Ryota (Hiroshi Abe) es un novelista cuarentón cuya afición al juego termina con su inspiración y dinero. Luego de la muerte de su padre, Ryota decide reconectar con su hijo, muy a pesar de su ex esposa que, al no recibir para la manutención, solamente le permite reunirse con él una vez al mes.

La vida de Ryota se descubre a través de conversaciones cotidianas (con su madre, sobre todo), derrotas diarias con las que debe lidiar si quiere verse al espejo y no morir de vergüenza. Esta crisis lo expone a las preguntas que casi todos nos hacemos en algún punto: ¿cómo llegué hasta aquí?, ¿dónde quedó esa persona que no era un completo fracaso, la promesa que fui?

Si estuviéramos reseñando una película de Hollywood, tendríamos un dramón sobre los crueles pormenores de divorcio o la ruptura de la familia como el mal primigenio. Pero ésta es una cinta del director japonés Hirokazu Koreeda, uno de los autores modernos más hábiles para contar sutilezas estéticas y traducir gentilmente las angustias propias de la vida urbana a la pantalla cinematográfica. Koreeda nos presenta un protagonista que se miente a sí mismo como lo hace con el mundo, que bebe demasiado y toma las peores decisiones; un hombre entrañablemente puro.

La propuesta visual de este director japonés se caracteriza por una pátina verdosa (a veces azul pálido) sobre grises que acompaña de manera eficaz a estos personajes que parecen ir al encuentro con una desesperación callada y triste, bellísima en última instancia. Hasta la fecha, Koreeda no tiene una sola película despreciable, pero Después de la tormenta se perfila para ser la más íntima de todas.