Por Carlos Arias

La tierra del mañana está en peligro. Un mundo perfecto del futuro necesita que le echenuna mano para evitar su destrucción. Es Tomorrowland (2015), una película de Disney alviejo estilo de las aventuras juveniles, que parece haber sido realizada como un pretextopara una nueva atracción en algún parque de diversiones o para un videojuego dedispararle a los malos. De hecho, Tomorrowland es una de las atracciones creadas por el propio tío Walt en el Disneylandia original de Anaheim, California.

La protagonista es la chica adolescente Casey (Britt Robertson), una mezcla de nerd tecnológica y heroína de acción, junto a Frank Walker, un mal humorado cincuentón interpretado por George Clooney, quien parece decidido a mostrar que puede dejar de ser el seductor maduro y actuar de viejo antipático.

La historia es una incursión en el llamado “retro-futurismo”, es decir, las historias del futuro tal como lo habían soñado algunas generaciones anteriores, con ciudades de hierro y vidrio, robots, gente vestida con trajes puntiagudos y autos voladores.

Sin embargo, la “tierra del mañana” solo tiene breves apariciones en la película, porque la historia se centra en la persecución y carrera contra el tiempo de los protagonistas, que quieren evitar a toda costa que la humanidad pierda a ese mundo feliz.

La historia empieza cuando Frank Walker era un niño genio en 1964 y una misteriosa muchacha llamada Athena (Raffey Cassidy) le entrega una insignia que es la llave para entrar en ese mundo utópico, al cual están convocados los inventores y genios

tecnológicos. La insignia mágica cae medio siglo después en posesión de Casey, otra niña genio pero de la actualidad, quien emprende la aventura junto a Clooney, mientras ambos son perseguido por villanos.

La película no se toma demasiado tiempo en explicar las situaciones y menos en ser verosímil. Simplemente se lanza a una aventura sin mayores justificaciones, en un estilo que recuerda a Los increíbles (2004), la cinta de dibujos animados dirigida por el mismo director de ésta, Brad Bird.

Tomorrowland es la segunda cinta de acción viva de Bird, después de Misión imposible: Protocolo fantasma (2011). Pero en su filmografía brillan otras cintas animadas, como El gigante de hierro (1999), sobre amistad de un niño con un robot, y la extraordinaria Ratatouille (2007), que merece estar entre lo mejor de las películas de animación de la última década, pero que tiene poco que ver con esta cinta.

Esta vez Bird rompe con el estilo innovador de sus otras películas Disney y en cambio realiza lo que parece un homenaje a las cintas familiares de la productora, con muchas escenas de acción y aventura juveniles. Lo acompaña el guionista Damon Lindelof, miembro del equipo de creadores de la serie Lost (2004) y escritor de películas como Guerra mundial Z (2013) y Prometeus (2012).

La película tiene los elementos de aquella ciencia ficción ingenua de la era clásica que podrán resultar decepcionantes para los amantes de las variantes más “duras” del género. Sin faltar el “mensaje” ligero y optimista sobre lo malo que es el mundo actual y lo bueno que pueden ser las fantasías bienintencionadas. En suma, importa más la aventura y la auto referencialidad de Disney, en plan de recuperar sus historias de los años 60, que la coherencia interna de la cinta. Lo que es evidente es que la trama difícilmente sostiene por si sola a lo largo de las más de dos horas que dura la película.