«El público nunca se sentirá confundido si sabe que está en buenas manos» Con esta premisa, Tarantino ha tenido la confianza de experimentar con los tiempos verbales de la narración aristotélica. A él le gusta confundir para provocar una catársis. Ése fue el éxito de sus primeras dos películas. La fragmentación del guión, el rompecabezas mental al que éramos expuestos.

En 1992, un grupo de delincuentes que sólo se conocen por sus alias —nombres de colores—, revolucionó el cine independiente americano. «Quise hacer una película de un robo, donde nunca ves el evento más importante: el robo». Con Perros de reserva,Tarantino filmó una de las cintas más viscerales, retorcidas y trascendentes de los años 90. Su habilidad para enlazar diálogos y darles un timing perfecto, eran una nueva forma de arte cinematográfico: la narración dialética «Escribir diálogos para mí es fácil, orgánico. Me gusta poner a mis personajes a platicar entre ellos de cualquier otra cosa. Yo me siento como un reportero que escribe lo que va escuchando. Muchas cosas que se oyen en mis películas son mis pensamientos. Yo soy mis personajes».

Un par de años después, Pulp Fiction, no sólo conquistó el Festival de Cannes, sino que fue una catapulta mediática. El nombre de Quentin Tarantino fue conocido en todo el mundo, convirtiéndose en el nuevo amo de cultura pop. Pulp fiction fue y es, una película que goteaba ficción, una fábula acerca de la violencia, un poema épico de la redención. El éxito fue redondo: la crítica no hallaba los adjetivos necesarios para calificarla (el libreto le valió un Premio de la Academia como Mejor Guión Original), y el público despilfarró millones de dólares en taquilla.

Había un nuevo Rey en Hollywood: el geek que trabaja en una tienda de videos, ya tenía la Palma de Oro y un Oscar en sus manos.