Taking Woodstock quizá no sea una película de gran trascendencia pero bien que vale la pena ir a verla por su amena perspectiva.
¿DE QUÉ TRATA?
Es 1969 y Elliot Teichberg ha regresado al nido familiar en White Lake, New York para prestar ayuda a sus padres que luchan por salvar su negocio: un motel deteriorado en el tranquilo ambiente campestre alejado del bullicio citadino. Visionario de alma sensible Elliot añora escapar de White Lake, donde todo está anclado en la tradición, para irse a una ciudad que tenga más que ofrecer que las reuniones semanales de la cámara de comercio. Siendo de hecho pintor el se esfuerza por darle vivacidad cultural a su vida tomando cargo de la cámara de comercio de esta comarca y organizando anualmente un festival musical que no es más que tocar discos para todo aquel que quiera tenderse por doquier en su jardín a escucharlos. Cuando Elliot se entera que la aldea cercana de Wallkill le revocó el permiso a un festival de música sólo un poco más importante que el suyo porque los habitantes temían una invasión de hippies, él se da cuenta que esta es una oportunidad perfecta ya que su permiso -aunque obtenido para tocar sus discos—podría ser válido también para servir de sede para este evento mayor. Con tan solo realizar unas pocas llamadas telefónicas habrá propiciado un evento histórico y que podrá ver desarrollar en el jardín de su propia casa.
¿QUIÉN PARTICIPA?
Demetri Martin es quien carga en sus hombros Taking Woodstock como el dulce y perceptivo Elliot. Tanto Imelda Staunton y Henry Goodman se roban algunas escenas los padres endurecidos y envejecidos. Emile Hirsch le pone ganas al personaje que le ha tocado hacer: un veterano de Vietnam que recién regresa a casa; pero es también importante reconocer de antemano las limitaciones inherentes del material. Eugene Levy encarna a Max Yasgur, el agricultor que presta sus campos que se verán recubiertos por un mar de hippies; Liev Schreiber ofrece una actuación sorprendentemente conmovedora como Vilma, anteriormente un sargento del ejercito y ahora travesti que dirige al equipo de seguridad que monta sus operaciones en el motel; y Paul Dano, Mamie Gummer (hija de Meryl Streep) y Jonathan Groff son de un infinito deleite como representantes de la bella – y muchas veces desnuda – legión hippie.
LO BUENO
En lugar de retomar el corazón de la leyenda Woodstock mostrando tantos músicos legendarios reunidos allí para presentarse, el director Ang Lee opta por contar la historia a través de otro lente: el dulce, inquieto y soñador Elliot. Gracias al enfoque sobre este personaje se logra humanizar un acontecimiento que ha alcanzado la talla de leyenda histórica mientras que Martin carga todo el peso de la película sin dificultad. Apareciendo entre una maraña de personajes a veces hasta caricaturescas Martin brinda una interpretación donde brillan las matices mostrándose triste, gentil, sorprendido y conmovedor a medida que su personaje va viviendo nuevas experiencias de descubrimiento personal iniciadas por un catalizador singular, Woodstock. Al dividir la pantalla para mostrar distintos acontecimientos simultáneamente que han sido filmados por varias cámaras Lee despierta de forma magistral una energía palpable emocionante que envuelve a los personajes involucrados en la planificación de este prolífico evento.
LO MALO
El guión y las actuaciones en las escenas iniciales son pesadas y de un ritmo irregular, como si se tratara de una pieza teatral malaza montada por estudiantes de secundaria. La película se demora en establecer un ritmo apropiado y pierde mucho tiempo planteando las circunstancias que envuelven a Elliot en White Lake. El humor en estas escenas resulta torpe sin lograr mayor efecto. Taking Woodstock finalmente logra tomar vuelo cuando el helicóptero repleto de planificadores del festival aterriza en el jardín de Elliot. De ese momento en adelante todo es de un disfrute total.