Por Ira Franco

El cine ha convertido en mitología estadounidense la imagen de las galeras de Ellis Island a principios del siglo XX, donde los inmigrantes esperaban su turno para entrar a la nueva tierra prometida, Nueva York. Para James Gray, director de esta cinta, el lugar no sólo es el punto donde arranca su historia, sino el lugar que la detona.

Marion Cotillard (nominada a mejor actriz en Cannes por este papel), encarna a Ewa Cybulska, una polaca católica cuya cara lavada y andar pausado es presa del río revuelto en el que pesca Bruno (Joaquin Phoenix). La paleta a sepias que elige Gray es necesaria para echar a andar la maquinaria de un pasado romantizado, donde las prostitutas se pasean por los puentes de Central Park con abrigos de piel, mientras el chulo las presenta como las hijas de Rockefeller que decidieron tirarse, “por puro gusto”, al vicio…

Aunque esto es efectivo, no lo es la poca química entre Cotillard y Phoenix. Una buena sorpresa es la aparición de Jeremy Renner, quien provoca un triángulo amoroso aunque su personaje, como los demás, tiene un dejo televisivo; como si el director estuviera guardando lo mejor para un punto culminante que nunca llega. Se sufre, también, el estilo naturalista de los protagonistas, dan ganas de verlos atreverse, ser menos blandengues. Lo mejor es imaginar el crisol cultural que pobló en aquella época Nueva York y cuya primera visión de su nueva vida era siempre la enorme estatua de la Libertad.