Tras filmar su primera película americana (Furia, 1936), Fritz Lang se aventura en un segundo proyecto que realizaría de forma independiente, debido a que se encontraba inconforme con el inflexible sistema de las grandes compañías productoras. De nueva cuenta un marginado es el protagonista de la historia; un ex convicto cuyo rechazo social lo orilla otra vez al crimen. Lang deja ver en este filme las constantes de su obra: el azar, la presión social sobre la individualidad y la lucha contra el destino.