Por Josue Corro

Hitchcock

sonríe desde su tumba. Paul Conroy un camionero civil destinado a transportar

mercancía a una cocina en Irak, sufre desde la suya. No sabe cómo llegó ahí: a

un ataúd en medio de la nada con un celular, un encendedor y una pluma.

Hitchcock sonríe, porque el director español Ricardo Cortés (en su

ópera prima), ha logrado plasmar el suspenso y la relación empática entre el

espectador y el protagonista, en una cinta independiente que tiene solo una

locación y actor durante más de hora y media. Esta fusión nerviosa y visceral entre la ficción y el públcos, es algo que Hitch trabajó

detalladamente en sus cintas La soga

y Lifeboat, y que Cortés explota con

un cuidadoso diseño de arte y una edición que gracias a los diferentes ángulos

de la cámara, nos hacen sentir ahí, junto a Paul. Sepultados.

Si bien el tema de ser enterrado vivo fue popularizado por Edgar Allan Poe (en

sus cuentos Berenice o El entierro prematuro), Scorsese con violencia desmedida

en Casino, o por Tarantino en Kill Bill y en el episodio que dirigió

en CSI, en esta cinta toma otro matiz: Conroy no está

solo, hay otras personas que conocen de su situación a través de llamadas

telefónicas. Esta confianza innata entre un hombre y una voz, es un aliciente

para recrear una atmósfera claustrofóbica y de tensión. Lo mejor de esta cinta

-alabada en el Festival de Sundance- es que demuestra que el buen cine sólo

consiste en una historia original y humana, en lugar de fastuosos efectos

especiales que nos ahogan semana tras semana.

Otro punto a rescatar es la actuación de Ryan Reynolds, sus tonos de voz y los gesto claroscuros que logramos ver a medias, nos remiten a una angustia de pesadilla. La forma en que se desenvuelve (o mejor dicho, se retuerce), y carga con el peso de la cinta, nos hacen pensar que detrás de esa estela de héroe de acción o galánde rom-coms, hay un actor decente.

Sepultado con estos elementos minimalistas, la experimentación de ángulos y un guión conciso e inteligente, se cuela como uno de los mejores thrillers del año