Por Ira Franco

Seis sesiones de sexo es ese tipo de película que el público adora y los críticos toman como un deleite menor para masas sensibles. Lo cierto es que la historia es estupenda… A los 38 años, Mark O’Brien (el extraordinario John Hawkes) decide que ya no quiere ser virgen, con la pequeña dificultad de que Mark está paralizado del cuello a los pies, víctima de la polio en la infancia. Para este efecto, O’Brien contrata a Cheryl (Helen Hunt), una terapeuta del sexo quien lo ayudará a sentir y sentirse.

Hawkes hace un magnífico retrato de un hombre que en la vida real fue poeta, periodista y activista de los derechos de los minusválidos. Y Hunt, por sus desnudos francos, honestos, pero sobre todo por la sobriedad con la que interpreta a una mujer casada y con hijos que le enseña a un minusválido el placer del sexo, debe ser alabada.

Esta película, aunque realizada con un presupuesto reducido (sólo costó 1millón de dólares), dio de qué hablaren Hollywood esta temporada, y a pesar de que han hecho todo por ignorarla, ahí están el Gran Premio del Jurado
en Sundance y los de las audiencias de varios festivales −incluyendo el no menos importante de San Sebastián− para probar que una buena historia matacualquier superproducción.