Por Ira Franco

La ganadora del Óscar a mejor película extranjera del argentino Juan José Campanella no necesitaba un remake: El secreto de sus ojos (2009) era una historia estupenda, imbricada en la memoria de la dictadura argentina, el rencor enterrado y la dificultad del perdón ante la locura autoritaria.

Por supuesto, estos asuntos de búsqueda histórica le tienen sin cuidado a Hollywood, que en Secretos de una obsesión (del director Billy Ray, más conocido por su trabajo como guionista en Los juegos del hambre, 2012) se limita a contar la historia de un asesinato tan genérico, que no logra siquiera redimensionar la idea del psicópata.

Para quienes no vieron la original, esta cinta puede resultar llevadera, sobre todo por algunos hallazgos actorales, particularmente el de Julia Roberts, quien por fin es capaz de despojarse de toda vanidad al servicio de su personaje, una detective levemente masculina que sufre por el asesinato de su hija adolescente.

Es notable la falta de química entre los actores protagónicos (Chiwetel Ejiofor y Nicole Kidman), quienes, a diferencia de los originales (Ricardo Darín y Soledad Villamil) estrellan muy pronto el avión de la trama romántica, dolorosamente previsible.

Esta película vale la pena como un ejercicio comparativo, de disección, para entender exactamente cómo hace Hollywood para despojar todo de filo y noción histórica.