Por Javier Pérez

¿Qué hay de novedoso en la quinta entrega de esta serie basada en el videojuego de Capcom y comenzada en 2002? Sinceramente, nada. Paul W. S. Anderson nunca ha demostrado vitalidad tras la cámara y se ha conformado con despachar tres filmes (dirigió la primera y cuarta entregas también) en los que ha dado prioridad a la acción, sin mucho sentido que digamos, en lugar de al terror y la historia de zombis, que se supone sería la prioridad de estos relatos. Pero esto nunca ha sucedido, salvo quizá en aquella tercera entrega,Resident evil: extinción(2007), de Russell Mulcahy, en la que los trancazos y los balazos sí tenían como objetivo a los muertos vivientes.

La protagonista de todos los relatos, Alice (la ahora más atractiva Milla Jovovich), siempre ha tenido que superar misiones en las que parece va avanzando de nivel como si se tratase de un videojuego. EnLa venganzaesto resulta tan evidente que sólo faltaría que de repente aparecieran en la pantalla, como sucedía en la comediaScott Pilgrim contra el mundo, la cantidad de puntos obtenidos por echarse a punta de ráfagas de disparos a los inacabables agentes del cuerpo de seguridad de Umbrella.

Pero a pesar de la falta de ingenio para solucionar la narrativa fílmica, y de más o menos repetir los mismos modelos, la saga ha tenido un éxito tremendo. Jovovich se ha asumido como la heroína de acción por excelencia, seguramente una de las razones de ese éxito. Sus machincuepas a la hora de ponerse a pelear contra un grupo bien nutrido de zombis o de agentes siempre han ocupado una parte preponderante de los filmes. Ésta no es la excepción. Ralentizadas para subrayar la tensión (al menos parece que ésa es la intención), las escenas de combate lucen en el formato IMAX 3D como lo que son: verdaderos artificios para que uno se quede enganchado a la butaca sin esperar más que una andanada de pirotecnia fílmica. Y está bien.

Anderson, el director, nunca ha demostrado habilidad para desarrollar la psicología de sus personajes. Las turbaciones y dubitaciones de Alice han tenido que demostrarse de una manera demasiado explícita por lo que nunca han enriquecido la trama. Sí, le añaden un poco (un poco nada más) de suspenso, como es ahora el caso de la hija a la que debe cuidar, un clon de esos que produce masivamente la Corporación Umbrella para llevar a buen puerto sus malévolos fines (y por lo que vemos a un buen número de viejos conocidos otra vez en pie, como Rain, el personaje de Michelle Rodriguez).

La misión que debe superar Alice en esta entrega es salir del laboratorio matriz de Umbrella, ubicado a una profundidad considerable bajo el congelado suelo ruso, al que ha sido llevada. Y lo hace con ayuda inesperada que incluye a Ada Wong (Bingbing Li) y el inesperado plan de Luther West (Boris Kodjoe). Pero antes debe pasar al equipo de seguridad comandado por una Jill Valentine (Sienna Guillory) controlada a distancia por la Reina Roja, esa computadora macabra. Pero hay que hacerle caso a los promocionales de la película que inundan la ciudad: es el principio del fin. Un principio rápido, por cierto.