¡No puede ser!… ¿Será posible? Pero como se les ocurre… ¡ay, caramba!

Con cada nueva actuación que realiza en un ambiente ajeno a Twilight, Robert Pattinson parece determinado a borrar de nuestras mentes su popular imagen como Edward Cullen, el vampiro sensible y caballeresco de las adaptaciones para mega producciones de cine hechas a partir de las novelas para jóvenes adultos de la autora mormona Stephenie Meyers. El año pasado Cullen encarno un decadente y bisexual Salvador Dalí en Little Ashes, el drama de Paul Morrison sobre los años de estudio del artista en Madrid; en su más reciente interpretación el drama romántico Remember Me, el actor fuma, bebe, sostiene relaciones prematrimoniales y participa además en cuantiosas actividades poco elevadoras que sin duda horrorizarían al beato Edward.

Y a decir verdad, no lo hace del todo mal. La actuación de Pattinson como Tyler, un joven nacido en un entorno privilegiado, es rebelde y resentido a sus 21 años de edad, que se enamora de Ally (Emilie de Ravin), la brillante y determinada hija de un policía (Chris Cooper) — el mismo oficial de la ley que unos días antes le dio una fuerte golpiza a Tyler — es sin duda alguna la mejor parte de este largometraje en buena parte mediocre. El filme funciona perfectamente bien siempre y cuando el director Allen Coulter no desvía su atención del lazo que une a los dos afligidos personajes estelares pero él tiene aspiraciones mucho más elevadas - algo así como si se tratara de American Beauty — y por último, es su ambición incontrolable lo que lo traiciona: sobrecarga la acción con un melodrama susceptible al acontecimiento más minúsculo imaginable con lo cual el elenco del largometraje jamás descansa del estado de histeria permanente del cual tantas veces hemos sido testigos.

¿Hasta donde llevará la ambición a Coulter? Pues al extremo; para desarrollar la trama recurre a los ataques del 11 de septiembre en el World Trade Center. Remember Me está ambientada en Nueva York en el verano de 2001, un detalle que rápidamente olvidamos una vez que nos dejamos sobrellevar por el romance que viven Tyler y Ally, su relación — y de hecho también la historia constantemente amenazada por disfuncionalidad de la familia que los rodea. Pero a medida que el ritmo de la película empieza a galopear hacia la conclusión vamos viendo como ese verano del 2001 es seguido por el otoño del 2001 - y allí ya no podemos ignorar que la película va por ese sendero, y que ya nada ni nadie podrá detener la fuerza de esta locomotora; ya no existe freno alguno que detenga el resultado fatal y mal seleccionado para este largometraje - y además, dramáticamente innecesario.