Por Oswaldo Betancourt Lozano

Por raro que parezca, no hay muchas películas que cuenten historias de la Primera Guerra Mundial –en comparación con la segunda–, por eso, Russell Crowe decidió narrar un episodio histórico de su tierra, Australia.

Los hijos de Connor (Crowe) no regre san de una batalla entre fuerzas turcas y australianas, así que él decide ir a bus carlos y no se rendirá hasta encontrarlos vivos o muertos, incluso si esto significa desobedecer la ley o pedir la ayuda del bando contrario. En medio de esta cruzada enfrentará más de lo que esperaba.

El relato se enfoca más en el drama deConnor que propiamente en la parte bélica o histórica del conflicto, y pese a contar con algunos recursos sentimentales facilones, se salva de caer en lo cursi.

Crowe no ofrece una interpretación memorable, cuestión achacable al per sonaje desde el guión, que dista mucho de tener la fuerza de un Máximo Décimo Meridio (Gladiador) o lo impactante de un John Nash (Una mente brillante).

Olga Kurylenko (como Ayshe), su coprota gonista, no está mal, pero es el pequeño Dylan Georgiad quien roba pantalla consu papel de Orthan, un simpático niñocon el que Connor desarrolla una entrañable amistad.

Como director el trabajo del austra liano no es sobresaliente ni desafortuna do, logró maniobrar el estar frente y de trás de la cámara; incluso cuenta con un par de destellos, como ciertas escenas en que la fotografía luce bastante, en parte gracias a las exóticas locaciones. Quizás en su siguiente trabajo nos cautive más.