¡Tremenda sorpresa! Resulta ser que Jake Gyllenhaal es después de todo un héroe convincente para películas de acción. Ahora sólo necesita que le den el papel de protagonista en una película de acción buena.
Buena parte de la conmoción publicitaria creada en torno a la falsa película épica de Jerry Bruckheimer Prince of Persia: The Sands of Time, adaptación de los estudios Disney de un juego de video muy popular, está centrada en su estrella, Jake Gyllenhaal, convertido en estos últimos meses en blanco de quienes se burlan de los tráileres, los cuales, hay que admitir, son miserables y risibles. Asombrosamente en su papel de Dastan, el personaje principal de Prince of Persia, Gyllenhaal tampoco es tan poco convincente como se daba a prever en los tráilers. Cierto que a este actor, que interpretó personajes en Donnie Darko y en Brokeback Mountain tendría que pasar por un período de transición, digamos que más largo que un Johnny Depp o un Robert Downey Jr. para ser aceptado como un hombre que hace batir los corazones de las mujeres, y además ese acento británico que imita tiende a parecerse más al hablar de un obrero londinense después de ingerir mucho alcohol. De todas maneras, Gyllenhaal demuestra ser más que adecuado si nos guiamos por las normas aceptadas para las películas de tipo pop-corn.
La trama del largometraje se inspira principalmente del juego de video que salió en el año 2003. Dastan, hijo adoptivo de Sharaman (Ronald Pickup), el Rey de Persia, pero de una Persia sin la realidad histórica y sin las referencias religiosas del siglo IX, es un niño de la calle que recibió una crianza al lado de los hijos biológicos de su padre, Tus (Richard Coyle) y Garciv (Toby Kebbell), y cuando crece se convierte en un valiente guerrero amado de igual manera por la realeza como por los más comunes. Mientras ayuda a sus hermanos a conquistar la ciudadela sagrada de Alamut, Dastan tropieza con la Daga del Tiempo, un instrumento mágico que le da al que lo tenga en sus manos la habilidad de remontar en el tiempo siempre y cuando el puño tenga la cantidad adecuada de arena mágica, por supuesto.
Naturalmente que un instrumento de tales características pudiera convertirse en una arma poderosa si cae en manos de personas inescrupulosas, y Dastan se verá dentro de poco obligado a escapar solamente acompañado por la Princesa Tamina (Gemma Arterton), que afirma haber sido escogida por los propios dioses (pero jamás se nos dice de cuales dioses se trata) para proteger la Daga de todos aquellos que la codician – especialmente Nazam (Ben Kingsley), hermano del rey, cuyas acciones maléficas son transmitidas de forma obvia por su siniestro espíritu maléfico.
Tamina juega un papel doble ya que ella también es la Cuidadora sagrada de los Antecedentes, y debe en ciertos momentos relatar trozos mitológicos expositores luego de cada gran hazaña de la búsqueda de Dastan. En este sentido, Prince of Persia le hace justicia a los juegos de video, imitando la estructura de un juego tradicional de búsqueda: un periodo de tiempo donde la acción es afiebrada y luego otro tiempo de narrativa equivalente a las líneas del juego original de Super Mario Bros. cuando dice Gracias, pero la princesa se encuentra en otro castillo.
Al igual que en el juego clásico de Nintendo, el proceso pronto se vuelve tedioso por no decir del todo fastidioso. De esta manera, como un Mario Bros. esbelto, de piel oliva y cabellos engominados, Gyllenhaal se mantiene firme en su esfuerzo por sobreponerse a las deficiencias narrativas del guión y de los efectos especiales de una mediocridad flagrante de Mike Newell. El pierde la batalla pero logra sin embargo comprobar que es realmente una estrella de películas de acción a todo dar. Lástima para Gyllenhaal que su princesa se hallara en otro castillo.