No por nada es el amo.

Fue uno de los directores que empezó a acuñar el término de
autor (que ahora suena tan pretensioso) porque sus cintas llevaban un estilo
definido, y elementos recurrentes.

Durante toda su carrera se especializó en encarar al público
con sus temores, nos llevaba de la mano a pensar qué podría pasarnos si
estuviéramos en los zapatos de tal o cual persona, durante circunstancias
atroces.

A continuación te presentamos tres recursos de sus películas
que cimentaban el suspenso hitchcockiano


Público-testigo:
no éramos voyueristas, éramos personajes
mudos que sabíamos quién era el culpable, el criminal, o qué le iba a pasar a
alguien en la siguiente escena. Este método de generar tensión, era una de las
armas secretas del director: para él nada era tan terrorífico cómo saber un
futuro inmediato, y no poder hacer nada para cambiarlo.


Confusión de identidades:
otro elemento clásico, un hombre
común y corriente se vuelve partícipe de situaciones peligrosas, por
circunstancias inocentes o accidenteles. Una pequeña y aparentemente irrelevante
acción (o estar en un lugar en el momento inapropiado) podían cambiar la vida
de un hombre.


Asesinatos:
era su obsesión… enfrascar el asesinato perfecto
y salirse con la suya.


Pero el punto más relevante es el llamado MacGuffin,
su arma
secreta y el elemento narrativo que usaba con mayor frecuencia. Este término se
puede entender como una "carnada", un objeto de deseo (material o no) que es la
excusa para arrancar una historia, pero que al final no importa si se
resuelve/descubre/explica lo que es. El chiste es que sea el motivo para desarrollar
una trama. Por ejemplo: la palabra «Rosebud» del Ciudadano Kane, el maletín de
Pulp Fiction, la isla de Lost, o los primeros minutos de Los SImpsons. Son
meras excusas.

Hitchcock sembraba el misterio de sus cintas con MacGuffins,
para atrapar al público desde los primeros minutos, y luego al final, darles un
giro de tuerca inesperado que alimentaba el suspenso.