-Por Ira Franco @irairaira

La imagen ligeramente virada al sepia, por sí sola, nos avisa el tipo de película que vamos a ver: un drama de época absolutamente convencional, safe, donde la grandilocuencia busca-premios tiende a ahogar cualquier rastro de sutileza.

A pesar de ello (o quizás por ello), Pasión por las letrasse ha colado en grandes festivales como la Berlinale y las lista de oscareables para el próximo año, con un biopic sobre la compleja relación entre el grafómano escritor Thomas Wolfe – no confundir con Tom Wolfe, el dandy periodista de blanco, quizá mucho más cercano al público mexicano – y su editor, Max Perkins.

Colin Firth interpreta a Perkins, el artífice de las carreras literarias de Ernest Hemingway (Dominic West) y F. Scott Fitzgerald (Guy Pearce). Cuando se topa con la primera novela de Wolfe (un dolorosamente sobreactuado Jude Law), Perkins tratará de echarse un clavado en la mente de un autor que entrega un mamotreto casi imposible de editar, de 5 mil páginas. De tanto trabajar juntos puliendo la novela, ambos empiezan a excluir a sus mujeres (Laura Linney y Nicole Kidman, que casi parecen estar de adorno en la historia), causando un conflicto en la vida de todos.

La cinta tiene algún interés para aquellos aspirantes al mundo de las letras que suelen romantizar el trabajo literario. Para otros, será una cinta exasperante que ni guionista ni director supieron aprovechar para hacer un retrato profundo sobre la personalidad obsesiva de un escritor.