Por Ira Franco

Ganadora de la Cámara de Oro de este año en Cannes, Party Girl es la historia cálida y triste de una mujer madura que, sin ser prostituta, ha vivido del baile en cabaret toda su vida. Angélique (la estupenda Angélique Litzenburger) está cerca de los 60 y está acostumbrada a lidiar con hombres borrachos, jóvenes nerviosos que se ven necesitados de una figura materna.

Lo que Angélique no imagina es la crisis en la que entrará cuando un hombre de su edad, solvente, le propone matrimonio. Michel (Joseph Bour) ya no quiere pagar por verla: quiere compartir su vida con ella, convertirla en una ama de casa y su amante por las noches.

La película tiene tres directores, Marie Amachoukeli-Barsaq, Claire Burger y Samuel Theis, y en ciertas escenas se nota que no siempre iban en la misma dirección. Lo que sí se puede decir es que rescata un tema poco explorado en mujeres: ¿cómo envejece una party girl? Angélique no es tonta, sabe que no puede vivir en el cabaret el resto de su vida y que Michel le está ofreciendo una salida a cambio de puro amor. Pero ¿es eso lo que quiere?

La película está situada en la frontera Alemania/Francia –un detalle interesante si nos tienen un poco aburridos las luces de París– y los directores aciertan en su estilo entrecortado, donde nada se explica del todo, pues, a su edad, Angélique no está para dar explicaciones. Quizá ni ella se entienda del todo y es por eso que vale la pena ver esta película: para entender, de una vez por todas, que eso que llamamos adultez tampoco tiene todas las respuestas.