Por Alejandra Leglisse

Olvidándonos de todo sobre la “primera” Ouija que se proyectó en 2014 sin mucho éxito en taquilla (y las otras seis películas que se inspiraron en este famoso juego), esta película muestra cómo se puede hacer una buena y convincente historia con un tema tan trillado.

La historia se sitúa en 1967 en la ciudad de los Ángeles, donde la adivina Alice Zander y sus dos hijas, la adolescente Lina y Doris, de ocho años, organizan sesiones espiritistas para mantenerse económicamente después de haber enviudado.

Las sesiones son farsas, pero Alice las justifica argumentando que aunque realmente no se hace contacto con los seres perdidos de los dolientes, les ayuda en su duelo y les da consuelo.

Para atraer más clientes Alice decide incorporar la Ouija a su acto, pensando que sólo es un juego, y que es inofensiva, pero empiezan a suceder cosas extrañas y se da cuenta que en realidad es un portal para conectarse con personas fallecidas y otros seres más oscuros.

La película es perfecta para una audiencia joven, pero no cae en los clichés que siempre vemos en la películas de horror juveniles, lo que la hace disfrutable para un público más adulto.

Cuando ves esta película te das cuenta que los personajes y eventos están conectados con la primera. Si tienes la historia de la primera fresca reconocerás algunos nombres y tomarás está precuela como si fuera un segundo capítulo de una historia más larga, pero si no la viste no te sentirás perdido, porque aunque las historias se conectan, cada película vive por si sola.

La dirección de Mike Flanagan (Absentia y Oculus) logra crear el ambiente con un tono de horror y suspenso que se sostiene durante toda la película, momentos intensos, un climax energético y una saludable noción de escenas de sobresaltos que no se sienten forzadas porque suceden de manera orgánica y funcionan como componentes de lo que pasa en la escena.

Flanagan usa los clichés de siempre, pero de manera ingeniosa como cuando alguno de los personajes dice “lo más estúpido sería separarnos”, lo que muestra que entiende bien el “beat” para llegar a un mercado masivo sin comprometer su integridad.

Sin duda, lo mejor de la película es la actuación de Doris (Lulu Wilson) que es escalofriantemente auténtica. Su sonrisita se quedará en tu memoria más de lo que quisieras.