Por Ira Franco

Se pueden decir muchas cosas sesudas de esta cinta, pero comenzaré por algo emocional: es absolutamente deliciosa.

Pride está basada en una historia real, aquel día en que los gays y las lesbianas apoyaron a los mineros británicos en la huelga del verano de 1984. Hablamos de mineros galeses, comunidades tradicionales que jamás han visto gays londinenses besarse en público como Mark (Ben Schnetzer) y Jonathan (el magnífico Dominic West); un choque de culturas tan disparatado como entrañable.

Con una dosis exacta entre discurso político, humor británico y melodrama, la cinta recorre la época con un estupendo soundtrack que incluye bandas como New Order, Human League y Dead or Alive.

El director Matthew Warchus hace un gran trabajo de storytelling al narrar de manera divertida y con el timing perfecto para la comedia aquellos tiempos en que Thatcher y su tribu conservadora privatizaban toda Gran Bretaña, mientras los primeros brotes de sida azotaban a la comunidad gay, que, en lugar de esconderse, hizo lo que tocaba: convertirse en agentes de cohesión, porque, como dicen en la cinta, la clase dominante teme el poder que da unión.