por Alejandro Alemán

Si hay algo que da flojera del cine

mexicano, es esa obsesión malsana por hacer decenas de películas sobre

el mismo tema, incluso a veces hasta con la misma estética.

Y de entre todos esos temas, la

migración

es uno de los más recurrentes. El cine mexicano adora hablar sobre

la migración de una forma trágica y condescendiente, mostrando el

terror de la travesía y el encuentro casi siempre brutal con la migra,

para al final lanzar la insulsa moraleja que le pide a los paisanos

"mejor quédense en su país, ¿Para qué se arriesgan?".

Es justo aquídonde Norteado

es diferente. Esta no es la clásica película sobre migración, el

factor migratorio es simplemente el marco donde los personajes se

encontrarán,

se reconocerán y se enredarán en un extraño triángulo amoroso que,

además, es tratado con un sentido del humor bastante fino; cosa por

demás rara -pero agradecible- en una película mexicana.

En Norteado seguimos el viaje

de Andrés García (si, como el actor) que va desde su natal Oaxaca

hasta Tijuana con el propósito de cruzar al otro lado. En su primer

intento fracasa estrepitosamente. Sin dinero y en un lugar que no

conoce,

consigue, casi de milagro, asilo y trabajo con Doña Ela, dueña de

una tiendita en Tijuana dónde también trabaja su hija Cata. Ambas

apoyan a Andrés en sus intentos por cruzar pero, por cada intento

fallido,

la relación entre Andrés con ambas mujeres se va transformando en

algo más intenso.

Norteado tiene la gran virtud

de contar con personajes que son gente común; aquí no hay mártires,

no hay narcos, ni prostitutas; aquí no hay drama ni tragedia. Por el

contrario, hay mucho humor, pero no de ese que te hace destornillarte

de risa, sino de ese humor lacónico, parco, que poco a poco te arrebata

una sonrisa.

Más que una cinta sobre migración,

se trata de una comedia fina que apuesta a la reflexión sobre el amor,

las relaciones y lo que nos hace movernos o quedarnos en un lugar.

Andrés

(interpretado por el debutante Harold Torres) se encuentra atrapado

entre la nostalgia por su Oaxaca natal, su deseo de superación y un

presente que le muestra a dos maravillosas extrañas que le cambian

la vida y le hacen pensar en, finalmente, quedarse en un lugar.

Más cercana a cintas como Lost

In Translation (Coppola,2003) que a cualquier otro símil nacional,

Norteado exige, eso sí, la paciencia necesaria en un arranque más

bien lento pero que poco a poco va encontrando mejor ritmo.

Se trata pues, de una película que

se deja ver bien y que habría que darle una oportunidad; no porque

estemos "apoyando al cine mexicano", sino porque cuando una cinta

es buena merece verse, no importando que venga de Birmania, Oaxaca…o

Tijuana.