Por Alejandro Alemán

No hay frase más trillada

y simplona para terminar una relación que el clásico "No eres tú,

soy yo". Todos lo hemos escuchado alguna vez, todos lo hemos dicho

alguna vez.

Tan trillada como aquella

frase, igual resulta esta nueva cinta que en realidad es un remake

(casi una calca) de otra película argentina con el mismo nombre ("No

eres vos, soy yo"), y que en aquel país tuvo bastante éxito.

La trama es simple:

Javier vive con su novia, María, quien lo presiona para por fin casarse

y mudarse al extranjero donde ella ya tiene un trabajo asegurado, no

importando que la carrera de Javier -que es médico cirujano- quede

trunca.

Javier cumple con todos

los caprichos de su mujercita, y despuésde vender el coche, la

casa y los muebles, para encontrarse con ella en Miami, recibe una llamada

de María donde le confiesa que lo ha engañado con otro hombre por

lo que ya no quiere verlo más. Javier, por supuesto, pasará de la

depresión a la desesperación.

Una comedia completamente

costumbrista, terriblemente repetitiva y llena por todos lados de lugares

comunes: Javier irá a terapia, aburrirá a su psicólogo -y a sus amigos-

con los detalles de su historia, se comprará un perro, desempolvará

la vieja agenda de amistades femeninas, en fin, ustedes saben porque

a ustedes, a todos, nos ha pasado.

Y es precisamente porque

a todos nos ha pasado que esta historia tendría que apostar por algo

más para ser atractiva. La última película que vi sobre ruptura se

llamó (500) días con ella (Webb, 2009) y aunque en esa también

había una importante cuota de clichés, el director lograba crear una

identificación entre sus personajes y el público, uno se reconocía

en las situaciones y los personajes. Toda cinta sobre ruptura amorosa

no podría aspirar a menos.

Y perdonen ustedes,

pero identificarse con Eugenio Derbez pues… es un poco complicado.

Es de reconocer el esfuerzo que hace el actor (si, dije actor) en esta

película por despojarse de su imagen de "tipo chistoso de la tele",

incluso lucha con todas sus fuerzas por no convertir a su personaje

en una de sus famosas caricaturas televisivas. Pero aún con ello, esa

conexión invisible entre actor y público es nula. Vamos, no se la

crees a Derbez.

Buena parte de esa

"contención" se le debe a Alejandro Springall, quien encuentra

en esta cinta su primer gran bache después de dos cintas (Santitos

y Morirse está en hebreo) que apostaban a un humor más elaborado y

menos derivativo.

La decepción vendrá

por partida doble: los que busquen una película con chistes "a lo

Derbez" se toparán de frente con un Eugenio amarrado de pies y manos.

Los que busquen una cinta de Alejandro Springall, se toparán con una

película genérica, de fórmula, completamente previsible y gris.

Asípues, la

advertencia está hecha, si aún así quieren entrar a ver este desastre,

¡bueno!, los del problema serán ustedes, no yo.