Los meses de noviembre y diciembre prometen traernos otras muy buenas películas a la pantalla grande pero es difícil creer que pueda haber algo mejor No Country for Old Men, la película de suspenso de los hermanos Coen.
Historia
Poco después de comenzar No Country for Old Men hay una escena donde se ve filmada con un ángulo amplio un vasto campo de un pueblo fronterizo tejano. Hermoso pero amenazante, es la propia foto de la calma antes de la tormenta. Uno de los hombres que se encontrará momentáneamente al centro de la tormenta es Llewelyn Moss (Josh Brolin), es quien nos brinda esta vista a través del lente de su rifle cuando persigue a un venado desprevenido. Le llama la atención a una distancia un poco mayor unos camiones que parecen haber sido acribillados por disparos así que decide llegar hasta allá para ver de cerca lo ocurrido. Lo que descubre es un negocio de drogas que termino mal y $2 millones de dólares que podrían ser ahora suyos. El se apresura en agarrar el dinero e irse pero lo que no sabe es que ahora lo acechará el propio diablo. Aparece en la pantalla Anton Chigurh (Javier Bardem), conocido como el diablo por algunos, o como el fantasma o espíritu diabólico por otros o incluso desconocido del todo por aún otros y cuyo dinero acaba de llevárselo Llewelyn. Existen asesinos seriales locos y luego está Anton, un asesino de sangre tan fría que le único que siente al quitarle a alguien la vida es apatía—y esto le ha permitido tener una carrera muy exitosa como asesino contratado. Cuando empieza a correr la voz de que Anton persigue a Llewelyn, un tercer hombre se une a la acción—un sheriff al que ya le están pegando los años (Tommy Lee Jones) es renuente a usar su pistola en el pequeño pueblo que ha cuidado durante muchos años, y mucho menos perseguir a un lunático. Así que el tango empieza, con Llewelyn sin saber llevando el transpondador que le permite que Anton lo siga mientras que Anton ex profeso deja cuerpos sin vida dejando así una pista que puede seguir el representante de la ley.
Actuación
Se necesita un elenco como el de No Country para lograr aquello que exigían los hermanos Coen de sus actores—que es decir una actuación que va más allá de la entrega de las líneas de diálogo. El villano de Bardem por ejemplo logra transmitir tanto con su conducta impasible y desprovista de fanfarroneo como con su diálogo sucinto y literal. Pero cuando sí habla sus palabras parecen seguir presentes. El tipo de loco que él interpreta es tan hipnotizante y potencialmente icónico como Hannibal Lecter. Y como el tipo que esta huyendo, por decirlo así, Brolin es la versión del tipo bueno para esta película, aunque eso no lo obliga a apoyarlo. Brolin, al igual que Bardem, logra transmitir aquello que no dice con palabras -que en su caso es el miedo lógico que termina volviéndose un miedo que atonta debido a la virilidad y el hambre por el dinero. Y el haber elegido a Jones para el papel fue una decisión acertada ya que mejor actor no pudo haberse conseguido para darle a No Country una voz de realismo al Sr. Intachable. Su policía que envejece y que debe medirse contra un enemigo muy superior a él ni siquiera recibe un rasguño pero aun así es la única verdadera víctima de la película, gracias a la actuación elocuente aunque estoica de Jones, que también hace sus veces de narrador. Y Woody Harrelson en un papel pequeño y rápido muestra algo de vivacidad que no hemos visto en él desde hace tanto,
Dirección
Joel y Ethan Coen siempre han trabajado mejor en las penumbras, trátese de comedia o drama. Y en No Country, llegan a la cima en cuanto a la obscuridad para ambos géneros. Virtualmente sin música, con largos periodos de silencio y desprovisto de accesorios, los directores crean tensión por medio del minimalismo: las persecuciones son en su mayor parte realizadas a pie y terminan de una manera intima y horripilante habiendo una particularmente llena de un suspenso parecido al de Hitchcock donde Brolin y Bardem están separados por tan sólo una puerta de habitación de hotel. Pero No Country no se trata de la persecución; de hecho, tiene que ver con la originalidad de los hermanos Coen y la forma en que logran que no se convierta en una película de persecución. Es un clásico instantáneo—una obra maestra de terror, cómica, de suspenso que solo pudo haber sido creada por estos dos cineastas.