Por Ira Franco

En este país todavía no se puede mirar para atrás y contar la historia de la guerra del narcotráfico pues los horrores siguen saliendo todos los días en los periódicos. Ante tal situación, un cineasta inteligente como Gerardo Naranjo, supo evitar la apología de la violencia en su más reciente película, Miss Bala, colocando tan sólo un discreto espejo para recordarnos que la cloaca está justo debajo de nuestros pies y se desborda.

No se trata de una biografía pero el punto de partida es una historia real: aquella ocurrida en 2008, cuando la flamante Miss Sinaloa fue encarcelada por vínculos con el narco. De ahí, Naranjo y el coguionista Mauricio Katz imaginan la trayectoria en espiral descendente para una joven que no tiene ninguna oportunidad en el absurdo de violencia y corrupción que la rodea. La cámara sigue calladamente la agonía de la protagonista sin buscar necesariamente al malo de la película: todos lo son, incluso ella misma.

Naranjo se rehúsa a someter a juicio a sus personajes, cuestión que habla muy bien de su ética como artista pero lamentablemente también hiere un poco el resultado final, pues al no tomar una postura —quizás no tanto sobre el tema, sino sobre lo que sienten y deciden sus personajes en momentos clave—, acaba por no emocionar. La correcta interpretación de Stephanie Sigman, esa reina de belleza paralizada por el miedo, no justifica el tratamiento de su personaje como una víctima en calidad de “verdura”: un brócoli tendría un poco más de iniciativa para escapar o por lo menos para verbalizar o tender una relación con lo que le ocurre.

Naranjo (a quien unos pocos recordarán por Drama/Mex (2006), una cinta interesante pero desdibujada), ha dicho que su intención era contar una historia evitando la farsa o la comedia y cuidando no glamorizar la cultura del narco como quizás ocurra en cintas como El infierno (Estrada, 2010). «La película es un tratado fenomenológico de unos cuates que lejos de las cadenas de oro, del cinturón piteado, las botas de víbora están haciendo una chamba», expone Naranjo. De manera muy correcta para su propuesta estilística, el director opta por no acentuar ninguna mirada por medio de close-ups; no existe un score o fondo musical que pretenda enfatizar lo que está sintiendo la protagonista. Todo es así, al natural, como el realizador imagina que realmente ocurre.

Quizás la cinta queda un poco corta para el público mexicano que vive empapado de historias de este tipo (que nunca carecen de sentido del humor y del absurdo como notoriamente lo hace esta cinta). Sin embargo, Miss Bala, —que compitió en la terna de la sección “Un Certain Regard” este año en Cannes— es una película interesante por la complejidad con la que el director aborda un tema “medusa”: no importa desde qué ángulo se tome esta guerra, siempre acaba mordiendo la mano.