En los años 70, la revolución ideológica estaba aún castrada frente al tabú de la homosexualidad (una enfermedad, como sugiere un chico en esta gran cinta); sin embargo la calle Castro, en San Francisco, emergía como un imperio de la comunidad gay con Harvey Milk, un empresario-transformado-político, como su rey.

Milk, es una de las obras mejor escritas y actuadas de los últimos años; si bien se sabía de antemano de la calidad histriónica de Sean Penn, sorprende su interpretación con una soltura apasionada y ademanes naturales (nada que ver con la burla actoral de Diego Luna: exagerado, hasta con ciertos gestos afeminados. Su personaje es irritante, por decir lo menos); pero quién se lleva la cinta es el guionista Dustin Lance Black.

Su historia no se ocupa de contar los antecedentes biográficos de Milk, sino que nos posiciona directamente en la trama principal: la lucha política por los derechos gay. La mezcla entre las intrigas, y las relaciones humanas, logra que olvides que es una biografía. Gus Van Sant filma una oda a la esperanza que trasciende más allá de la orientación sexual: es un cinta que exalta la libertad humana.