Por Josue Corro

Jean-Pierre Jeunet

debería de ser un motivador profesional. Podría dar charlas ante auditorios repletos

de gente con baja autoestima y declarar al mundo que se puede hallar la

esperanza en las situaciones más atroces e inverosímiles. Al menos esto es lo

que nos ha enseñado a través de su cine. Y en su nuevo film Micmacs,

lleva este optimismo a un nivel aún más alto.

Como

ha sido uno de sus sellos emblemáticos, Jeunet inicia esta película narrando la

infancia de Bazil, un niño que pierde a su padre por la explosión de una mina

en Marruecos. Años después al trabajar en una tienda donde se rentan películas,

una bala perdida se le incrusta en la frente. Mientras Bazil yace tendido en el

suelo, vemos en la pantalla los créditos iniciales, en blanco y negro, como si

se emulara una película de los años 30. Esto es una pista para lo que veremos

durante la siguiente media hora: actuaciones chaplinescas, humor naive

y un guión plagado de personajes circenses.

Uno

de ellos es Placard, el padre de una familia de forajidos que viven en un

deshuesadero. Él invita a Bazil a mudarse con ellos, ya que después de su accidente

con la bala ha quedado sin empleo. Al llegar, conoce a diversas personas que,

al igual que en Amelie, son entrañables

con todo y sus manías y sueños frustrados: una contorsionista, un hombre bala

que sueña con estar en los Récord Guinness, un geniecillo inventor y una chica

que sabe calcular distancias y medidas de un solo vistazo. Un día, mientras

Bazil conduce un camión destartalado para recoger basura, se topa por accidente

con las dos compañías que cambiaron su vida: la fábrica de armas que creó la

mina que mató a su padre, y la otra, la que produjo la bala que se le clavó en

la cabeza. Bazil decide vengarse.

Jeunet

narra una historia que mezcla el film noir

con las comedias de enredos. Su fuerte es lo visual. La fotografía, saturada de

tonos verdosos donde resaltan los rostros de los actores, cumple con un

propósito muy claro: sus ademanes y gestos valen más que las palabras.

La

nostalgia es una de las constantes de la película. Hay momentos en que olvidas

que Micmacs se desarrolla en este siglo: la temática de

«pobres pero honrados», o que la riqueza se concentra en la gente que tenemos a

nuestro alrededor (aunque vivan en un basurero) es clásica de los melodramas

que en México llevaron a la fama la dupla Ismael Rodríguez-Pedro Infante,

creadores

de la saga Nosotros los pobres. Micmacs es un manjar visual, que conquista a

los sentidos y llega al corazón.