Por Carlos Arias

Cuando Ruth y Alex se casaron, en Estados Unidos el matrimonio entre una mujer blanca y un hombre negro era ilegal en 30 estados. Han pasado cuatro décadas, los tiempos han cambiado, actualmente nadie se escandaliza por la diferencia de “razas” y ambos están viejos. Existe una civilizada tolerancia hacia ellos, pero la gente los sigue viendo como una anomalía.

Se trata de Memorias de Manhattan (Ruth and Alex, EU, 2014), una comedia “de la tercera edad” que reúne a dos entrañables veteranos y los convierte en marido y mujer. Diane Keaton hace el papel de Ruth, una maestra de escuela retirada, y Morgan Freeman aparece como Alex, un artista plástico que vive de pintar retratos, los cuales empiezan a ser rechazados por el mercado, que busca obras de “gente joven”.

Después de 40 años de estar casados Ruth y Alex descubren que aun tienen desafíos que enfrentar. Las escaleras del departamento donde siempre han vivido en el barrio de Brooklyn, Nueva York, empiezan a ser una dificultad con el paso de los años, por eso deciden venderlo para comprar un lugar más cómodo y con elevador en Manhattan.

Se trata de una comedia optimista y emotiva que descansa casi exclusivamente en la pareja de actores principales y en el encanto que logran desplegar. Porque fuera de ellos no hay nada en absoluto que aporte algo de interés a la historia. Incluso a veces parece difícil determinar si hay una historia que contar, entre la venta y la compra de las casas, la familia de ella y los recuerdos de ambos.

La película utiliza los recursos clásicos de las comedias “otoñales” sobre los “años dorados” protagonizadas por viejas glorias del cine, quienes demuestran cómo la vida se puede disfrutar después de los 60 o 70 años.

Pero la la historia no va más allá, e incluso desperdicia diversas líneas argumentales que no logran integrarse a una trama fuerte. Tal es el caso de la especulación y competencia inmobiliaria, junto a la falta de interés del mercado por las pinturas “anticuadas” de Alex y las difíciles relaciones de Ruth con su familia. Otra vertiente argumental son los flashbacks de la pareja cuando eran jóvenes y decidieron casarse, que sirve para mostrar lo lejos que han quedado las audacias de una pareja “interracial” en un mundo conservador como el actual. Tampoco llega muy lejos la subtrama sobre un supuesto delincuente convertido por los medios en un peligroso terrorista. Otra línea que apenas se esboza son los cambios en el barrio, por una modernidad que arrasa con la vida tradicional.

Se trata de muchas líneas argumentales que se presentan pero que no avanzan en ninguna dirección definida.

La película tuvo problemas para llegar a su público, con retrasos en su estreno y diferentes cambios de título, al parecer por una indefinición de la productora sobre cómo venderla mejor (entre esos títulos estaba “5 flights up”, en alusión a los 5 niveles que Morgan Freeman debe subir en la escalera de su casa). Al final lo mejor que Memorias de Manhattan tiene para ofrecer es la química de ambos actores, quienes por supuesto han estado en películas mucho mejores que ésta.