Por Verónica Sánchez Marín

“¿Has matado a alguien? Lloran, suplican, llaman a sus madres. Prefiero matarlos suavemente, a distancia”. Confiesa Jackie Cogan (Brad Pit), un melancólico asesino a sueldo –similar al del Beltenebros de Antonio Muñoz Molina– contratado por un grupo de mafiosos para investigar el atraco del que fueron víctimas en una sala de póker. La franqueza de Jackie abre la ventana al espectador a ese microuniverso miserable en el que se mueven los criminales de Mátalos suavemente (EUA, 2012), de Andrew Dominik, un thriller ácido y angustiante que refleja con precisión la recesión norteamericana en 2008.

El también director de la extraordinaria El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), elige esta vez el género gánster con una historia que se desprende del libro Cogan´s Trade (1974) de George V. Higgins y convierte lo que podría haber sido una pieza de género convencional en una obra de arte cinematográfica. Limpia, llana, con detalles narrativos que coquetean con las expectativas y obviedades que espera el espectador.

La historia es ocurrente en los primeros minutos, para dar paso a un costumbrismo que después se tornará en tensión. Las voces de George W. Bush, Henry Paulson y Obama Barack flotan en la acción de las televisiones y radios de la cinta, inspirando, ocasionalmente, comentarios desencantados de los personajes.

Dos delincuentes casi en la indigencia, Frankie (Scoot McNairy) y Russell (Ben Mendelsohn), son contratados por Johnny Amato (Vincent Curatola) para atracar un juego de póker organizado por Markkie Trattman (Ray Liotta). Aunque parece una hazaña peligrosa para los asaltantes de poca monta lo consiguen. Jackie Cogan va a investigar qué paso, pues no es la primera vez, y es que en el pasado Markkie se jactó precisamente frente a sus colegas que alguna vez planeo una partida de cartas y al final se autorobó. Como ya es visto con escepticismo por la élite de la banda, Amato tiene la certeza que probablemente Markkie será su primer y único sospechoso si el juego es saboteado de nuevo. Incluso si no lo es, matarán de todos modos al inocente Markie sólo para enviar un mensaje: no te metas con la mafia.

Pero no pasa mucho tiempo antes de que el despiadado Jackie Cogan, contratado por los traficantes para encontrar a los responsables se entere de la verdad. A medida que el anti-héroe investiga el robo y quién está detrás de él, planea una justicia rápida y violenta porque a él no le gustan los sentimentalismos. Pronto también se entera de que el mundo del hampa tiene que apretarse el cinturón como todo el mundo. Los que están en el más bajo nivel se ven obligados a sobrevivir con muy poco dinero. Incluso los sicarios como Cogan tienen que aceptar una tarifa reducida en este clima económico difícil.

Andrew Dominik no recrea la estética glamorosa que se acostumbra en las películas de gángsters como Goodfellas (1990) o Casino (1995). La historia muestra una Norteamérica en condiciones severas, sin concesiones, empobrecida y donde las carreteras están sembradas de baches y casas que se desmoronan. Como realmente se ve Estados Unidos, pero ninguna película desea mostrarlo. Las paletas de colores que dominan la fotografía del filme son los grises y la violencia se estiliza al mínimo para reflejar el sufrimiento que la industria de Jackie Cogan está enfrentando.

Brad Pitt brinda una actuación espléndida, con un personaje cínico y distante. Mientras sus colegas criminales interpretados por James Gandolfini y Ray Liotta, que con frecuencia aparecen en películas sobre la mafia, aquí encarnan personajes perdedores y acabados, todos ellos excelentemente dirigidos.

La película de Andrew Dominik, en última instancia, refleja la falta de conexión entre el pueblo estadounidense y su gobierno, las promesas de esperanza, unidad y prosperidad que siguen sin cumplirse. Mátalos suavemente se corona como un filme violento y arenoso de cine negro, uno de los mejores logros del 2012.