Por Alejandro Alemán

Debo

admitir que la historia, de inicio, no sonaba atractvia; que alguien

como Clint Eastwood hiciera una cinta acerca de psíquicos, fantasmas y

gente que se comunica con el "más allá", nos hacía dudar si el veterano

director había perdido la brújula definitivamente.

Pero luego de ver Hereafter,

su última cinta y la segunda de la mano de Matt Damon como

protagonista, nos damos cuenta de nuestro error. Esta no es una película

acerca de psíquicos, de visiones, o de comunicarse con el inframundo;

es en realidad una cinta que habla sobre seres humanos incompletos en

una búsqueda constante, y que al haber estado en contacto con la muerte

se preguntan si habrá algo más allá de la misma.

La

cinta se narra a través de tres historias que suceden en distintas

partes del mundo. En un viaje por Indonesia con su amante del trabajo,

la reportera de televisión francesa Marie LeLay (una muy efectiva Cécile

De France) es atrapada por la furia de un tsunami; luego de la

traumática experiencia, Marie queda convencida de haber tenido visiones

sobre la muerte.

En

Inglaterra un par de hermanos gemelos – de no más de doce años- hacen

hasta lo imposible para que los agentes de servicio social no los

separen de su alcohólica madre. Juntos son un equipo entrañable, pero

esa hermandad será pronto marcada por la tragedia.

En

Estados Unidos, George Lonnegan (Damon) es un psíquico capaz de ver y

escuchar a los familiares muertos de las personas que toca en las manos.

Alguna vez fue famoso e hizo dinero mediante su habilidad psíquica pero

ahora lo ha abandonado, en busca de una vida normal, lejos de la

muerte.

Eastwood

no intenta engañar a nadie, a tal grado que no pierde mucho tiempo en

pensar cómo será el trance psíquico de Lonnegan, lo resuelve apenas con

un efecto de sonido y una imagen borrosa. Y es que lo que me importa a

Eastwood -como en el resto de su filmografía como director- es el drama

humano detrás de sus personajes. Le importa la ambigüedad moral de

Marie, el drama de los pequeños gemelos, y la soledad del propio

Lonnegan quien ve en su habilidad no un don sino una maldición.

La

cinta no está exenta de lugares comunes, los hay… bastantes como para

descubrir los hilos de la trama, pero no tantos como para alegar un

fraude. Lo que intenta mostrar Eastwood, es que la muerte es una

constante incómoda, más cercana de lo que estamos dispuestos a soportar.

No podemos exigir a los grandes del cine que todas sus películas sean obras maestras, Hereafter no

lo es; pero tampoco se trata de una película mala o fallida. Es,

simplemente, otro ejercicio del director por hablar sobre los seres

humanos, sus carencias y sus miedos, haciendo además una apuesta

interesante: entre tantos charlatanes que alegan poderse comunicarse con

el "más allá", debe haber al menos alguno que no sea un fraude; si esa

persona existe, no ha de vivir tan tranquilo ni debe ser tan

estrafalario, como sí lo son aquellos Walter Mercado que inundan la

televisión.