–PorOswaldoBetancourt L.@rockswaldo

George Miller está loco. Pasaron 30 años desde el estreno de Mad Max Beyond Thunderdome (1985), y durante todos estos años la demencia fue acumulándose en su cabeza hasta convertirse, afortunadamente, en un clásico instantáneo, glorioso en cada uno de sus aspectos. Y es que sólo el australiano podía hacer un “western sobre ruedas” (así lo definió), aunque para Tom Hardy no es una película, sino el interior de la mente de Miller.

Max Rockatansky, un conductor solitario perturbado por su pasado, es atrapado por los war boys y se convierte involuntariamente en el donador de sangre de uno de ellos. Max compartirá el volante con Imperator Furiosa, la conductora del Camión de Guerra de Immortan Joe, señor de la Ciudadela. Ella le robó uno de sus tesoros más preciados al último, sus cinco esposas, cosa que Joe no pasará por alto y saldrá a cazarlos acompañado de una horda sobre ruedas.

Es difícil saber cuál es la ruta más sencilla para explicar lo apabullante que resulta la película. Lo primero sería hablar del guion de Brendan McCarthy, un autor respetado en el mundo del cómic. La historia es sencilla, no necesitaba enredarse en sí misma, bastó con poner a todos en sus lugar y darles los motivos suficientes para que respondieran al llamado de la carretera. Aún así, el futuro distópico y anárquico de Mad Max Fury Road es brutal, muestra el claroscuro de la raza humana cuando está en decadencia (y del que no estamos tan alejados).

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Los personajes son desquiciados, pero, más importante, están muy bien construidos.Hardy se mete en su papel, su actuación es contenida porque Max no es explosivo, curiosamente se encarga de darle equilibrio a la cinta entre tantos personajes salvajes. Mientras tanto, Charlize Theron vuelve a guardar una de sus cualidades principales: su belleza (como lo hizo en Monsters,2003). No es que Furiosa sea fea, al final las facciones de la actriz siguen ahí, pero se relegan para darle peso a las cualidades de un personaje femenino tan fuerte (como en su momento lo fue Tina Turner en la tercer entrega) que tiene un brazo de metal y se unta la frente con grasa.

En el carril contrario, el de los enemigos, también hay un gran trabajo actoral. Nux podría ser uno chico de la guerra más, quiere impresionar a su padre y no le importa morir en la batalla, pero también muestra un lado sensible e inocente; Nicholas Hoult se la rifó. Por su parte, Hugh Keays-Byrne regresa al elenco, en la primera película le dio vida a Toecutter y ahora es el mismísimo Immortan Joe, un ser poderoso y en descomposición (que por su modo de hablar recuerda por momentos a Darth Vader y Bane).

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Le hizo bien a la franquicia esperar tres décadas. De haberse hecho antes, probablemente el resultado no sería tan efectivo (a Robocop no le fue tan bien). Los efectos especiales cumplen e incluso la decisión de darle salida en 3D fue atinada (aunque este formato no es necesario para disfrutarla). La hibridación de los vehículos, los parajes tóxicos y estériles, las acrobacias (hechas por dobles en coches reales), el humor, la destrucción, Miller se superó en cada rubro.

Visualmente es una pieza impresionante. Los colores, cargados hacia una paleta cálida, están sumamente cuidados, estamos ante un caos estético. La escenografía es exquisita en su decadencia y el aspecto de los personajes es impresionante, generalmente son grotesco, otros lucen raros y muy pocos (cinco) son agradables a la vista; Rosie Huntington-Whiteley se ve mejor que en Transformers.

Incluso la música es una locura; uno de los vehículos se encarga de musicalizar la guerra con tambores y una guitarra eléctrica que escupe fuego).

Veredicto: La cuarta película de Miller es imperdible, altamente recomendable y digna de recorrerse más de una vez. Definitivamente merece más el título de Rápido y Furiosa.