Por Carlos Arias

Cuando el director de esta película gritaba “¡Acción!”, vaya que hablaba en serio. Una película de acción en la que los malos son muy malos y los buenos están convenientemente armados para enfrentarlos.

Hablamos de Línea de fuego (Homefront, 2013), una película con guión de Sylvester Stallone y dirigida por Gary Fleder, con explosiones, tiros, persecuciones y golpes, chicas en peligro y un héroe para salvarlas.

El protagonista es Phil Broker (Jason Statham), un ex agente de la DEA que tras haberse infiltrado en una banda de narco-motociclistas se convierte en el blanco de una venganza hacia él y su hija de 10 años Maddy (Izabela Vidovic). Broker intenta olvidar su pasado e instalarse a vivir en un pequeña comunidad rural, pero hasta allí llegarán los criminales a buscarlo, aliados con el narquillo local Gator Bodine (James Franco).

La película, escrita por nuestro viejo conocido Stallone, presenta personajes de ficción como una banda de traficantes de drogas montados en Harley Davidson, “white trash” drogadictos, narcos armados de bates de beisbol y heroicos agentes de la DEA en persecución de los criminales. Se trata de la adaptación de una novela del autor de historias de suspenso patriótico Chuck Logan, quien ha desarrollado el personaje del ex agente Broker en varios de sus libros. El tipo de literatura que uno se imaginaría a Stallone leyendo junto a la alberca en su mansión de Berverly Hills.

En el mundo escrito por “Sly” nadie se salva de estar a merced del crimen, y los buenos portando armas son siempre la solución para defender la última línea de fuego en la guerra contra el narco: los propios hogares. La autodefensa empieza por la pequeña Maddy, que responde al bullying de un compañero de primaria con unos buenos puñetazos, en un acto que desencadena toda la trama de acción.

Una película que lleva a Winona Ryder en los créditos no puede ser mala. ¿Pero dónde está ella? La buena de Winnie aparece a la mitad de la película en el rol de Sheryl Marie Mott, una chica mala cuyo papel en la trama nunca queda muy claro. Se trata de una ex biker que trabaja de mesera y se encarga de entregar la información a los narcos sobre el lugar donde se encuentra el ex agente Broker. La sensación que deja es que el personaje tal vez haya sido importante en la novela, pero aquí queda totalmente desdibujado.

La película funciona por sus secuencias de acción, que ocupan casi todo el relato y que muestran el virtuosismo del realizador, especialista en cintas de crimen y suspenso como Asuntos pendientes antes de morir (95), Besos que matan (97), Ni una palabra (2001) o Tribunal en fuga (2003).

En términos del relato de acción todo marcha bien, salvo cuando la película intenta cargar de drama a los personajes y entra en tiempos muertos que no consiguen despegar, y sobre todo cuando se suman elementos en una ensalada que incluye a personajes y subtramas que se presentan y luego desaparecen, como una sexy psicóloga escolar (Rachelle Lefevre), adolescentes drogadictos, motociclistas furiosos, cocinas de drogas sintéticas y un ejército de policías a los que nunca se vio hasta que aparecen en la secuencia final.