Por Jaime @_azrad

A veces, lo más difícil de representar es la pura realidad. En Las ventajas de ser invisible, la adaptación de la novela homónima de Stephen Chbosky -quien también la dirige-, los personajes y su contexto son tan sensatos que logran una altísima fidelidad a lo real.

La cinta nos cuenta cómo Charlie se aventura en los primeros días de la temida preparatoria estadounidense después de varios eventos que cambiaron su vida: su mejor amigo se suicidó y tiene un pesado secreto que ha guardado desde niño. En la escuela, Charlie conoce a Patrick y Sam, dos hermanastros que lo acogen y le ayudan a comprobar que estar vivo es mucho más que tan sólo respirar.

De esta película hay tantos aspectos por aplaudir que debí limitarme a escoger unos pocos para profundizar; dos grandes aciertos son sin duda la construcción del guión y las muy acertadas interpretaciones de los jóvenes actores.

Por el guión debemos regresar a hablar de Chbosky, pues el escritor/director también se autonombró guionista y se dio a la tarea de levantar a sus personajes del papel y reconstruirlos para ser interpretados por actores. ¿Quién mejor para entender a los personajes de una historia que su creador? Chbosky nos muestra con una tremenda agilidad cuán importante es dimensionar a todos los que conforman la historia y no sólo a los protagónicos.

El desarrollo de la trama de Chbosky atrapa a la audiencia y la inmiscuye entre las personas que muestra en pantalla, el guión construye cuidadosamente a cada uno (al igual que el libro) y logra con ello conectarlos con algún aspecto personal del espectador, pues la identificación es inevitable y resulta altamente efectiva.

En segunda instancia, está lo que completa a la profundidad de un personaje: el actor. El casting de esta cinta resultó en actores sensibles y nada viciados que entregaron la profundidad requerida a sus personajes. Charlie es interpretado con astucia y sorprendente naturalidad por Logan Lerman, Patrick queda en las manos de un Ezra Miller multifacético y totalmente opuesto a lo que nos mostró en Tenemos que hablar de Kevin (2011) y Sam es una segura e inspiradora Emma Watson, quien tarda unos minutos en entrar en calor pero logra despojarse de Hermione Granger, el rol que la lanzó a la fama, con gran satisfacción.

Con ésta, su Ópera prima en el cine, Chbosky se ha abierto grandes puertas en un Hollywood ansioso por ver más de su trabajo, pues los altibajos de la adolescencia y los retos sociales que ésta representa son plasmados con sinceridad en los muy disfrutables 103 minutos de Las ventajas de ser invisible.

¡Ah, y la música es genial!