Animada en stop-motion de estilo vagamente burtoniano, Ma vie de Courgette es la historia de un niño de nueve años, Icare, que mata accidentalmente a su madre alcohólica mientras juega con sus latas de cerveza vacías. Sí, la vida puede ser dura, ¿o creíamos que todo eran animalitos parlantes con aventuras inanes?

Ésta es la ópera prima del director suizo Claude Barras, quien conscientemente le ha querido quitar ese halo angelical a la infancia – él mismo le llamó a su estilo algo así como un “Ken Leach para niños” – y se atrevió a contar una historia entrañable, de una humanidad tan severa como reconfortante, llena de lecturas políticas e implicaciones sociales.

El guión es una adaptación del libro de la autora Céline Sciamma, quien ha hecho un compromiso público por tomar a los niños en serio como personajes y audiencia, creyendo en su inteligencia. Apodado “Calabacín” por su madre, Icare  lleva el alias como única herencia cuando es trasladado a un orfanato donde debe aprender a ser solidario y a confiar en otros, lo único que puede salvarlo de un futuro incierto.

Ma vie de Courgette fue una de las favoritas para ganar el premio a mejor Ópera Prima en Cannes (nominada también para un Oscar como mejor película animada) y quizás su notoriedad se deba a una gran pertinencia: es un tributo a aquellos que le dan la bienvenida a otros que lo han perdido todo, un tema con una importancia extrema en tiempos de migraciones forzadas y orfandad generalizada en el mundo. Una delicia de cinta; triste, cálida, imperdible.