La nueva versión de La Momia (The Mummy) no podría ser un mejor ejemplo del cine industrial, totalmente impersonal, de nuestra época, en la cual abundan los reboots, remakes, precuelas, secuelas y por supuesto los universos compartidos. Universal Pictures – en su afán de emular el éxito conseguido por Disney/Marvel y Warner Bros./DC Comics con sus respectivos universos cinematográficos – decidió recurrir a su propia historia, legendaria en el género del horror gracias a los filmes clásicos protagonizados por monstruos como la criatura de Frankenstein, Drácula, El Hombre Lobo y la propia Momia.

Han pasado 85 años desde el estreno de La Momia protagonizada por el gran Boris Karloff; muchas otras versiones fílmicas han emergido en este largo lapso, por ende es natural que la cinta con Tom Cruise poco tenga que ver en esencia con el clásico de 1932. En ese sentido, la primera entrega hace que el Dark Universe, a pesar de jactarse de celebrar el horror de su estudio, explore otros géneros como la acción, la aventura y la comedia. De varias formas esta Momia se siente más cercana a aquella popular versión de 1999, aunque termina por ser un verdadero desastre y no solo un divertimento ligero como lo fue el filme con Brendan Fraser.

Usando una variante respecto al conocido relato que toma elementos de la cultura antigua de Egipto, La Momia es un cúmulo de demasiadas ideas, propio de esa necedad de los estudios de Hollywood por usar a más de cinco guionistas. Se podría decir que aquí tenemos muchas películas por el precio de una, el problema es que de ninguna vertiente sale algo realmente valioso.

Por un lado está Cruise en un mood por demás jovial – su personaje es un pícaro mercenario que se roba reliquias – y una serie de secuencias de acción que se podrían intercambiar con otros momentos de la filmografía del veterano actor sin ningún problema. Incluso llega un instante en el parece que estamos viendo una cinta convencional del subgénero de las catástrofes, con la ciudad de Londres literalmente cayéndose a pedazos. Aquí entra el personaje femenino – Annabelle Wallis como la líder de esa expedición que traerá el mal – que dará paso al elemento romántico y a la redención del ladrón protagonista. La Momia en ningún momento titubea a la hora de mezclar el terror con el romance y el humor, empero cuando sí nos quiere hacer reír no funciona y cuando pretende darnos escalofríos no podemos evitar soltar la carcajada.

En el relato original de 1932 – también usado en las versiones de 1959 (producida por Hammer) y 1999 – la momia había sido condenada por amor, al tratar de resucitar a su amada y en consecuencia hacer un acto de sacrilegio. Ahora es una mujer (Sofia Boutella) la que está en una situación equivalente, sin embargo no existe mayor empatía por el eventual monstruo dado que desde un principio este personaje actúa de una manera despreciable. La nueva momia igualmente es parte de ese horror cheesy que es un “sacrilegio” contra Karloff, Bela Lugosi y demás leyendas de la Universal.

Si bien la Momia de Hammer también llevó las acciones hasta la capital de Inglaterra, en esta ocasión se pierde por completo la esencia del viejo Egipto (hasta parece que los héroes están lidiando con zombies). No solo eso: esas secuencias que buscan hacer énfasis en lo paranormal y en la maldición que ha caído en el personaje de Cruise (i.e. cuando interactúa con su amigo muerto en una pobre réplica de Un hombre lobo americano en Londres) son hilarantes por las razones incorrectas. Ya ni que decir de cuando entra Russell Crowe como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde (no es spoiler porque Crowe fue anunciado en este rol desde un principio) y comienza la trama forzada y apurada que conecta todo con miras al futuro del Dark Universe. Esperemos que en algún punto Universal se concentre en homenajear, y no solo en explotar, a sus glorias del pasado.