Por Carlos Arias

Vuelve Ben Stiller, esta vez con una película dirigida por él mismo que lo revela en plan de entrar en la madurez, como actor y como cineasta. Se trata de La increíble vida de Walter Mitty (2013), una nueva adaptación de un relato breve del escritor satírico estadounidense James Thurber.

El relato original, que en inglés tiene el mismo título que la película (The secret life of Walter Mitty), narra la vida de un hombre adulto (casado en el cuento) que sueña despierto con hazañas y aventuras cinematográficas, como compensación de su mediocre vida conyugal.

Stiller retoma la premisa del relato y lo reelabora con una anécdota diferente. El Walter Mitty original (Stiller) se convierte ahora en el responsable del archivo de fotografía de la revista Life, la más famosa revista de reportajes de aventura en el mundo.

Sólo que su trabajo no tiene nada de emocionante y se encuentra con la exigencia de sus tiránicos jefes de recuperar una foto perdida tomada por un mítico fotógrafo que recorre el mundo, Sean O’Connell (Sean Penn), encarnación de las fantasías irrealizables del protagonista.

Entretanto, Mitty sueña despierto con aventuras que nunca realizará, mientras trata de superar su propia timidez para invitar a salir a su bella compañera de trabajo Cheryl (Kristen Wiig), de la que está secretamente enamorado. La historia será entonces la aventura personal del protagonista por llevar a la realidad sus propios sueños.

En un mundo donde se vale soñar, pero a condición de mantener los sueños sin interferir con la vida real, Mitty ha elegido llevar sus sueños al límite. Por ello debe soportar el acoso de sus jefes en el trabajo y a una madre dominante encarnada nada menos por Shirley MacLaine.

No es difícil suponer los motivos que llevaron a Ben Stiller a elegir a esta película, después de una carrera como director que no le ha dado la misma fama que sí consiguió como actor cómico. Stiller parece en busca del equilibrio entre una película con sus dosis de comedia, capaz de conmover, pero sin quedarse como una película solamente de humor.

La película muestra una inventiva visual poco común en el género y es ahí donde encuentra sus mejores momentos, en sus capacidad de sorpresa, por encima de la trama que muestra los altibajos de una historia que salta continuamente entre tiempos y lugares diferentes.