Por Miguel Rivera

Cuando es verano, nosotros los cinéfilos

debemos aceptar que veremos un blockbuster tras otro, y esto no es necesariamente

malo. En realidad cuando me ponen Batman en frente me emociono, y hasta

de repente me dan ganas de ver El último maestro del aire y de enterarme

en que acaba el inútil de Harry Potter. Pero cuando vas al cine en

estas épocas y te salen como un thriller claustrofóbico de policías,

mafiosos y zombies atrapados en un edificio, donde se sucede toda la

cinta se tiene que apreciar la originalidad que llega como una bocanada

de aire fresco.

Bueno en este caso tal vez sería una

bocanada de aire pestilente con aroma a sangre. La trama se basa en

la pelea entre una pandilla sádica contra unos detectives corruptos.

En algún momento de la historia se dan cuenta que el edificio donde

se lleva a cabo la disputa también hay un grupo de zombies viciosos

que no descansarán hasta chuparles los sesos cual niño gordito entrándole

al spaghetti de mamá. Los grupos de humanos se dan cuenta que deben

unir fuerzas para salir con vida, y la única manera de lograrlo es

ir desde la azotea donde se encuentran hasta el primer nivel y correr

como pavos en día de acción de gracias.

Los planos son en verdad muy cercanos,

las reacciones de dolor y sufrimiento llevan la película. Los estrechos

pasillos también añaden un sentimiento claustrofóbico con el que

los directores juegan toda la cinta. Los huesos rotos y músculos destrozados

no se hacen extrañar y esto es algo que hay que resaltar, la violencia

no es fortuita, es una necesidad del género y se usa brillantemente

para que, en caso de que puedas mantener la mirada y seas un degenerado

que disfrute el terror, no pestañees ni un sólo segundo.

Es un largometraje crudo, lo que esperarías

de un thriller serie B de autores europeos. Como lo dije, se aprecia

la originalidad en estas épocas comerciales y si no te molesta una

salpicada de sangre, vete a ver esta movie diferente e intensamente

perturbadora.