Por Carlos Arias

Esta es la última película completa de Paul Walker. La fortaleza prohibida (Brick mansions, 2014), dirigida por Camille Delamarre, es la cinta que el actor terminó de filmar antes de sufrir un accidente mortal de coche el 30 de noviembre de 2013. Se trata de una historia pensada en detalle para el lucimiento de Walker, cuando su carrera se encontraba en pleno ascenso. Después dejaría inconclusa la parte 7 de Rápido y Furioso.

La fortaleza prohibida es un “remake” de Distrito 13 (Pierre Morel, 2004), una película francesa futurista que mostraba un mundo apocalíptico en el que los guettos de los suburbios se convertían en ciudades inexpugnables con sus propias leyes.

El encargado de hacer la adaptación del guión original es Luc Besson (productor y guionista de la primera versión). Besson, convertido en el director francés más exitoso de las últimas dos décadas, al parecer está dedicado al más confortable papel de guionista, en cintas que cuentan con todos los elementos de las películas firmadas por él: mucha acción con tiros, persecuciones y explosiones, junto con elementos emocionales, personajes traumados y solitarios. Pero también con chicas sexies y un buen timming para las escenas de acción.

Esta vez la historia se sitúa en Detroit, en el año 2018, cuando las bandas de pandilleros se han apoderado de la ciudad e imponen su ley. Una especie de Ciudad Gótica en la que se ha levantado una fortaleza inexpugnable en torno de los barrios violentos y una corporación necesita “limpiar” la zona para construir edificios.

En este mundo, Paul Walker es Damien Collier, un policía encubierto que busca destruir a la banda más peligrosa, dedicada al tráfico de drogas. Walker deberá contar con la ayuda de un camarada de los barrios bajos, Lino (David Belle, quien repite el personaje de la película original). Ambos intentan rescatar a la ex novia de Lino, Lola (la colombiana Catalina Denis), evitar la explosión de una bomba de tiempo y de paso capturar a los criminales encabezados por Tremaine (RZA) y K2 (Gouchy Boy).

La película vale por las escenas de acción y secuencias acrobáticas, que recuerdan a un Jackie Chan y, por supuesto, a la comedia muda, con persecuciones, porrazos, gags y saltos mortales. Además, en honor a la ciudad, en las persecuciones se usan americanos, Chryslers, Mustangs o vanes y camionetas GMC.

La mesa está puesta para un festín fílmico. Prácticamente no hay una sola secuencia que no incluya o no termine en alguna carrera alocada de policías persiguiendo a criminales o de éstos persiguiéndose entre sí.

Más allá de cualquier comparación con el original, o incluso con la clásica Escape de Nueva York (Carpenter, 1981), la película es una mezcla de todo lo que se ha hecho en materia de acción y policías-contra-narcos, al punto de que el espectador puede adivinar desde el principio todo lo que va a ir ocurriendo. No importa, el objetivo es la diversión, y vaya que lo consigue.