Por Jaime Azrad

Para muchos, el éxito en adaptar una novela al cine está en dejárselo a su autor. Podemos tomar de los ejemplos de éxito más recientes a Las ventajas de ser invisible (2012), cuyo autor, Stephen Chbosky, se lanzó como guionista y director para lograr una película fiel a su novela. Éste es un caso combinado, pues el francés David Foenkinos convirtió su novela en guión pero sólo codirigió La delicadeza.

Protagonizada por Audrey Tautou (Amelie, 2001), esta cinta cuenta la historia de Nathalie, una mujer promedio que pierde al amor de su vida en un accidente y queda atrapada en un duelo que, inconscientemente, desencadena comportamientos inusuales en su rutinaria realidad. Nathalie encuentra las respuestas del amor en el menos esperado: Markus, un compañero de trabajo en el que nadie se fija.

Foenkinos logra una gran profundidad en su novela homónima y no logra del todo transportarla a la dirección de su adaptación. Sin embargo, el desarrollo de sus personajes compensa su austera narrativa y le da oportunidad a Tautou de remarcar cómo puede dominar la pantalla grande con una mueca y sin mucho esfuerzo aparente.

La actriz desempeña un papel muy aplaudible en la trama y presta un poco de su inocencia al personaje que la habita, dejando otra interpretación ejemplar en su filmografía. Por su parte, François Damiens da vida a Markus sin dificultad alguna y ambos se proyectan en personajes que aparentan sencillez pero cuyas mentes escapan todo el tiempo.

Sensata y bien actuada, La delicadeza es del tipo de cine francés contemporáneo que nos dice algo sin que bien sepamos qué es, pero hace sentido.