Por Jaime Azrad @_azrad

Mucho hemos escuchado de esta cinta, pues recientemente le valió a Meryl Streep su tercer Oscar, pero es hora de enfrentarnos con la realidad: no es lo que se espera.

A pesar de la impecable personificación de Margaret Thatcher por parte de Streep –muchas veces llamada ‘la mejor actriz de Hollywood’–, la cinta enfrenta problemas de dirección y narrativa que pierden al espectador en más de una ocasión.

La directora británica Phyllida Lloyd se enfrentó a un proyecto retador que terminó rebasándola en muchos aspectos, pues su experiencia en el cine es poca y es mejor conocida por su rol de directora de teatro. Si bien su película previa (¡Mamma mía!, 2008) fue un enorme éxito en taquilla, esta historia requiere de una narrativa mucho más elaborada que se interpuso entre Lloyd y la realización para entregarnos un filme que no sabe a dónde va, o qué quiere decir.

Margaret Thatcher enfrentó retos más grandes, gobernó una Gran Bretaña dividida y en guerra mientras defendió a su nación de la invasión argentina que amenazaba con quitarle territorio, y polarizó a la opinión pública. Su historia fue entonces adaptada a este guión cinematográfico a cargo de Abi Morgan (que con la ayuda de Steve McQueen también escribió Shame, 2011), que de una manera demasiado teatral intenta glorificar un personaje controversial, y sólo quiere dar una opinión personal.

Imparcial, La dama de hierro enaltece las posturas y decisiones de la ex Primer Ministra británica en un tono propagandístico más que histórico; la fortaleza de una mujer de este calibre es digno de acentuarse (incluso desde el título lo hace), pero recae en tintes ideológicos que pretenden corregir posturas y enmendar errores que, francamente, como público no queremos si quiera presenciar.

El carácter es lo que queremos ver, el personaje que se manejó entre las turbias aguas de la inestabilidad social inglesa es la razón por la que compramos el boleto en la taquilla, lo bueno es que Meryl lo entiende. Encarna a su estilo a la dama de hierro con todo el apego que su talento le permite y, olvidándose a veces de sí misma, se personifica de maneras muy atinadas en Thatcher como si cargara sus vivencias consigo.

Los vaivenes de la opinión pública existirán siempre, más que un retrato político o propagandístico, la cinta quizás pudo haberse enfocado en los aspectos personales que definieron a Margaret. ¿Qué ocasionó que algunos la llamen monstruo mientras que otros la alaben? Como público esto es lo que nos llama.

Queríamos conocerla en un acercamiento diferente, no como un libro de historia nos la presentaría. Lo bueno es que la impecable actuación salva a la cinta y la hace merecedora de nuestra atención.