Por Alejandro Fuentes

Kung Fu Panda 2 es una de esas películas a las que uno acude con cierto escepticismo: como toda secuela con antecedente exitoso, resulta previsible una propuesta cuya originalidad no supere a la idea primigenia. En este caso sucede –es decir, no logra superar la primera parte– pero existen características que sacan a flote la producción completa. En la primera película, la mayor parte del encanto radicó en las chuscas situaciones, bien cuidadas en su verosimilitud, de Po el protagonista, que se vuelve un héroe casi por accidente. Más que el argumento, que era fácilmente predecible en vista de los elementos que lo constituían, lo que resultó memorable fue el personaje en su contexto. En la segunda parte, todos conocemos el perfil del protagonista y sus limitaciones, por lo que el peso argumental tenía que descansar en otra parte para no hacer un palimpsesto, es decir, una copia que se encima sobre un original. El riesgo era grande, sobre todo si se toma en cuenta que la película inicia prácticamente en donde termina la última.

En esta segunda entrega, la trama no presenta las aristas de la primera y es incluso más predecible, pues incorpora los elementos de la épica tradicional; sin embargo, cuando parece que se va ir hacia el mensaje de superación personal, se rescata con ironías muy bien sembradas. El asunto de la autoestima sigue siendo el eje, pero esta vez está aderezado con toques que remiten a las filosifías orientales, sobre todo en lo que respecta a encontrar el origen y explicación de las cosas en uno mismo. Kung Fu Panda 2 logra mofarse de los estereotipos que la mayoría de los occidentales tienen sobre Oriente, sin banalizar el verdadero espíritu oriental.

Si bien las imágenes tienen el sello de calidad y los extraordinarios efectos de DreamWorks, por momentos tienden a volverse caóticas las secuencias, principalmente las de acción. Lo que sí cabe destacar son aspectos como la edición de sonido. Se trata, así, de uno de los must de este verano porque está pensada para un público principalmente infantil, pero siguen abundando los guiños para los adultos que van con la simple y muy respetable decisión de sólo divertirse.