Por Verónica Sánchez Marín

Alejada de las cada vez más básicas, ruidosas, grandilocuentes, hipertrofiadas y necias superproducciones de acción hijas de su Hollywood-land (o, al menos, buena parte de estas películas), Invencibles (Act of Valor, EUA, 2012), cinta de guerra dirigida por Mike McCoy y Scott Waugh, brilla por su afán de verosimilitud. Tiene la virtud de presentar las secuencias de acción al más puro estilo comando, que mezcla la realidad de la estrategia militar, con el mecanismo artificial tan Rambo que nos ha dado el pop cinematográfico.

Por ejemplo, en algunos casos, presenta escenas de combate verdaderas estelarizadas por un grupo de soldados de Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina de Estados Unidos en activo, algo que antes no se había realizado. (Imagínense a nuestros soldados en una película de los Almada, o sonándose a un Bichir.)

En la historia, la Fuerza Armada de los Estados Unidos de América intenta localizar con vida a un agente de la CIA. Durante la misión secreta, un equipo de soldados de élite desvela un complot que podría tener consecuencias inimaginables. Avanzan a contrarreloj luchando contra el terrorismo en una misión que parece no tener fin.

Aquí no se ensalza el liderazgo de un héroe, como sucede comúnmente en películas de género bélico, –una zambullida en Battleship basta como ejemplo– sino el trabajo en equipo de un grupo de soldados, como en Salvando al soldado Ryan.

Lo más interesante de la cinta es que el reparto está conformado por soldados verdaderos, complementan el elenco los actores Roselyn Sánchez, Alex Veadov, Jason Cottle, Néstor y Gonzalo Menéndez. La calidad de las escenas de acción son obra del gran trabajo de fotografía de Shane Hurlbut. Las coreografías y tomas con mucha retórica muy acordes a los videojuegos de este género. La variedad de secuencias que forman parte de la película y la atmósfera de peligro que involucra una operación militar, brinda al espectador una experiencia cercana al trabajo neto de los marines, por lo común vilipendiados y sin credibilidad a causa de los excesos cinematográficos.

Otro punto a favor es que la trama sea de terrorismo y no una de intervención para salvar al mundo de alguno de sus males. El heroísmo patriotero estadounidense clásico, casi bíblico, está presente, pero no se vuelve asfixiante, y logra momentos memorables.

Esta cinta, reivindica el cine bélico de los Estados Unidos, aquel que nos ha entregado verdaderas obras maestras de la mano de legendarios directores como Salvando al soldado Ryan de Steven Spielberg o Apocalipsis Now de Francis Ford Coppola. Una cruda y realista cinta, con una gran dosis de adrenalina que merece la pena disfrutar en una sala de cine.