Desde la primera escena se ve que homenajeas a una de tus corrientes favoritas: el Spaghetti Western. ¿Es tu acercamiento más personal a este género?
Soy definitivamente un gran seguidor del Spaghetti Western, sobretodo del estilo visual y de la música. Creo que en cierto grado todos mis trabajos han sido westerns. Pero lo que amé de esta película fue la idea de realizar una cinta de la II Guerra Mundial, con una iconografía del Viejo Oeste.

Tomas varios elementos clásicos del western como el antihéroe, la soledad y el honor para narrar esta historia, ¿cómo mezclaste estas características con la Guerra Mundial?
Lo que para mi es lo primordial de este género, además de los temas que me dices, son los paisajes que son muy crueles. Si tuvieras que quedarte atrapado en una película, no quisieras hacerlo en un Spaghetti Western, porque sería brutal: la vida es barata, la gente muere rápidamente y todo se acaba en un segundo.

Para mí ésta es una descripción perfecta de Europa durante la Guerra.

También la venganza continúa como una de las constantes de tu filmografía.
No es que sea una de mis características, sino que la venganza surge en función de un corriente fílmica. Yo hago cine de género y la venganza siempre está presente. Además cada tercer western, cine de gángster o drama, parte de esta premisa. Es algo común en el cine. Aunque nunca ha sido el principal motor de la mayoría de las cintas de guerra.

Sabemos que cada película que realizas toma referencias de algunas cintas de antaño, y sobretodo influencia de directores antiguos, para esta película, ¿quiénes fueron?
Sergio Leone. Definitivamente. Fíjate que él, antes de morir, quería hacer un película acerca de Stalingrado. Cuando supe esto, fue una motivación más para hacer Bastardos sin gloria. Ël fue mi mayor inspiración; pero también me basé mucho en Ser o no ser de Ernst Lubitsch.

¿Y del cine norteamericano?
Durante mi investigación me encontré con grandes directores que durante los años 40 habían encontrado exilio en Estados Unidos, pues sus países habían sido tomados por los Nazis. Como el ruso Leonide Moguy, Jules Bassin, o Fritz Lang.

No fui cautivado por su estilo ni su manejo de cámara, pero me cautivó lo entretenidas que eran sus cintas. Es decir la guerra seguía, pero ellos tenían clase para abordar esta temática, sus diálogos tenían vida propia, y hasta podían ser graciosos. No tenían miedo de contar una historia aunque muchos de ellos, hubieran tenido un contacto directo con los Nazis.