Por Carlos Arias

Es posible que haya espectadores a los que esta película les guste. De hecho, está basada en una serie de novelas exitosísimas, en torno a un personaje que recorre el mundo para recibir las enseñanzas de personas simples y comunes sobre la vida, la felicidad, el amor y el sexo.

Se trata de Héctor y el secreto de la felicidad (Hector and the search for happiness, Inglaterra, 2014), dirigida por Peter Chelsom, un especialista británico en dramas optimistas, las llamadas “feel good movies”, historias que buscan arrancar sonrisas con historias agradables a la manera de ¿Bailamos? (2004) o Hannah Montana (2009), ambas de Chelsom.

La película rebosa de buenas intenciones en un tono aleccionador, y esto quizá haya sido la causa del éxito de ventas del libro original. Sin embargo, en términos puramente cinematográficos resulta un fracaso total.

Es una adaptación fílmica de las aventuras de un personaje literario llamado Héctor, creado por el psiquiatra francés Francois Lelord. Héctor es un psiquiatra cuyas aventuras se narran en un tono pedagógico y juguetón como terapias rápidas y consejos para “estar bien”. Su primera historia es justamente ésta, La aventura de Héctor en busca de la felicidad, publicada en Español como El viaje de Héctor, a la que le siguen otros libros con títulos tan irresistibles como Héctor y los secretos del amoro Héctor y el tiempo.

En este estilo, la película suma relatos dirigidos a un público adulto pero a la manera de los cuentos infantiles, con dibujos y aventuras en lugares exóticos. La película inicia justamente con una narración en off que reproduce el estilo de cuenta de hadas “Había una vez un joven psiquiatra llamado Héctor…”

Como psiquiatra en Londres, Héctor (Simon Pegg) goza de una vida satisfecha y ordenada con su novia Clara (Rosamund Pike), quien trabaja en el departamento de marketing de una empresa farmacéutica, donde se encarga de ponerle nombres de fantasía a los nuevos medicamentos. Sin embargo, hastiado de no entender el secreto de la vida para comunicársela a sus pacientes, Héctor deja temporalmente su vida tranquila y a su novia y se lanza recorrer el mundo preguntando a la gente de diversas culturas qué es la felicidad, mientras ofrece consejos de autoayuda en plan relajado y emplea sus conocimientos médicos para salvar a personas en peligro.

No hay un conflicto en serio, de hecho no hay un solo verdadero conflicto en toda la película, aunque aborda sucesos que se supone graves, como crimen, violencia y narcotráfico. Todo le resbala al protagonista como “lecciones de vida” que le transmite alegremente al espectador.

Las aventuras de Héctor ocurren en lugares pesadillescos del tercer mundo, donde, a la manera de Tintin (el personaje de caricaturas belga que aparece como el héroe del personaje), se enfrenta a diversos personajes siniestros, a los que supera gracias a su ingenio occidental.

Por supuesto, se trata de una versión etnocentrista que muestra a los países países pobres como el reverso de lo civilizado, en los que reina el fanatismo, la violencia o el atraso. Héctor será engañado por una prostituta de lujo en China, caerá en mano de una banda de criminales locos en África y se hará amigo de un jefe narco llamado Diego Baresco (Jean Reno), pero al mismo tiempo salvará de la muerte a algún niño africano o asistirá a alguna mujer en peligro.

Se trata de una versión fílmica de esos libros de frases motivacionales, que usualmente son material de parodia, pero que esta historia se toma en serio. Frases tales como “las personas que tienen miedo de la vida tienen miedo de la muerte”, pronunciada por una moribunda con sonrisa beatífica. Por supuesto, el realizador lanza estas escenas conmovedoras en una sucesión totalmente despiadada y arbitraria, sin otra justificación que el intento por conmover al espectador.

Habrá a quien le guste y a quien le llegue al corazón. Pero como película es malísima.