Por Miguel Rivera

Un huarachudo bigotón canta un corrido con guitarra acústica en mano. En un plantío de nopales narra las malas pasadas de nuestro país a causa del gobierno, la injusticia, la pobreza, el desempleo y yo, como los demás, me río. ¿Por qué? Qué poca vergüenza la de este público que se mofa de la tragedia de un compatriota. Tal vez sean sus Ray-Ban extra grandes la excusa cómica, o su pinta de judicial malhumorado, o tal vez, hemos hecho de ese cliché una rotunda realidad: hay que reír para no llorar.

Probablemente conozcas a Olallo Rubio por éxitos como La Barbie Condechi y El Amo del Merol. Es su misma voz satírica la que narra y dirige este rockumental que con la intención de ilustrar la creación y carrera de la banda chilanga Molotov, termina haciendo una crítica político social de nuestro México. ¿Pretencioso? No. Simplemente no había otra forma de contar esta historia, que inicia de lleno, con Porfirio Díaz.

Y así nos vamos, Díaz Ordaz, Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo y Fox se nos muestran como los conocemos. Desvergonzados, rufianes, pillos cínicos que destruyen el país con sus mentiras. Colosio y el EZLN aparecen como una luz incierta y breve de la esperanza mexicana por el cambio. Y es en este momento donde se muestra una radiografía de los jóvenes de los 90’s, muchachos cansados en cuyo vocabulario hallarás por cada cinco palabras 69 groserías (y albures). Especimenes ejemplo de esta generación son Miky Huidobro, Tito Fuentes, Paco Ayala y Randy Ebright: Molotov.

Hay palabrotas, por supuesto, crítica hacia la sociedad, pero también hacia la banda, sus logros y pretensiones (o falta de ellas). Gustavo Santa Olalla los diosifica mientras que reporteros de rock los señalan de fresitas. Se encuentra un balance entre lo que son y lo que representan, los encontramos humanos y peligrosamente parecidos a nuestro mejor amigo, al primo o al hermano, de cierta forma son nosotros con una guitarra, dos bajos y una batería.

El relato culmina con un concierto masivo y la interpretación de la canción Gimme the Power. Recuerdo que la primera vez que la escuché en mi adolescencia reí, así como reí con el huarachudo del comienzo, pero tras dos horas de ver las motivaciones de esta lírica algo cambia. “La policía te está extorsionando, pero ellos viven de lo que tú estás pagando”: se acaba la risa. “Hay personas que se están enriqueciendo, gente que vive en la pobreza, nadie hace nada porque a nadie le interesa”: se anuda la garganta. “Porque no nacimos donde no hay que comer, no hay que preguntarnos ¿cómo le vamos a hacer?, si nos gritan como a unos huevones, no lo somos VIVA MÉXICO CABRONES”: cambio de perspectiva.