Por Carlos Arias

¿Puede uno padecer un retraso mental, digamos no muy severo, y tener una vida de sexual común y corriente? Cualquiera diría que no hay problema, pero para Gabrielle y Martin, ambos con retraso mental, la cosas se ponen difíciles cuando se enamoran y la madre de este último decide separarlos.

La película es Gabrielle: sin miedo a vivir (Gabrielle, Canadá, 2013), una cinta ambientada en Montreal, Canadá, dirigida por Louise Archambault. Se trata de una historia realizada con actores no profesionales, que muestran su vida “real” y que apunta no solamente a plantear un problema humanitario, sino sobre todo a entrar en la manera de ver el mundo y la vida por parte de sus personajes protagónicos.

Una chica veinteañera llamada Gabrielle (Gabrielle Marion-Rivard) se pone de novia con un amigo de su edad, Martin (Alexandre Landry). El único problema es que ambos tienen lo que el eufemismo llama “discapacidad intelectual” y su relación se enfrenta a los prejuicios y barreras sociales.

Con esta película nos enteramos de que existe una condición médica llamada Síndrome de Williams, al parecer vinculada con una insuficiencia cardiaca y un retraso metal leve. Las personas que lo padecen son muy sociables y suelen tener extraordinaras habilidades musicales, pero tienen dificultades para cuidarse solos. Este es el cuadro clínico de Gabrielle, quien canta en un coro donde conoce a Martin.

La película acierta al reelaborar algunos de los tópicos clásicos en las películas en torno a personajes discapacitados. Aquí no se apela a la piedad, no se les atribuyen dones milagrosos ni hay una historia de superación personal en contra de la adversidad. En este caso los personajes son presentados con naturalidad, en un estilo visual con aires documentales, mientras que el peso de la cinta se centra en el personaje del título.

Con estos elementos, la película aparece como un alegato en torno de la falsa disposición que existe para integrar a quienes tienen retraso mental como miembros de la sociedad y permitir su autonomía como adultos. Bueno, pero ¿cómo andan de vida sexual?

La propia película va a dar la respuesta con escenas que no dejan ninguna duda (en la vida real ambos actores tienen el Síndrome de Williams). Al mismo tiempo, el coro en que los dos participan acompañará al cantante Robert Charlebois (una celebridad en Canadá, quien aparece interpretado por sí mismo) con una canción titulada “Ordinario”, que justamente alude a la condición de personas corrientes que los personajes reclaman para sí mismos.