Por Ira Franco

Esta cinta es quizá la más patriotera de Clint Eastwood, en una larguísima carrera –este año, el último vaquero cumple 84– que hasta ahora había bordeado con mucha gracia la identidad estadounidense sin fabricar mártires.

Chris Kyle (Bradley Cooper) se enlista en la Armada “para servir al mejor país del mundo” en una guerra (Irak) que jamás cuestiona, luego de que caen las Torres Gemelas. Después de un arduo entrenamiento y de conocer a la que será su esposa, Kyle es llamado al frente para que pueda expresar el talento que tiene desde niño: una puntería prodigiosa.

En mi memoria no hay un trabajo de Eastwood más pobre de ideas y de estructura cinematográfica. El ritmo de la cinta se siente empantanado por la necesidad de contarlo todo, y el personaje de Chris Kyle (basado en un soldado real) se desperdicia en situaciones anticlimáticas que no acaban de explicar por qué vale la pena seguir la historia de un hombre que, como tantos soldados, disparaba sin piedad bajo las órdenes del ejército más poderoso.