Por: Alejandro Alemán

A continuación un

consejo gratis para todos aquellos que, después de años de revisiones,

cambios y correcciones, finalmente tienen en sus manos lo que consideran

es el guión perfecto, listo para ser filmado.

¡Cuidado!, antes de

hacer casting, buscar actores, hacer presupuesto y todas esas cosas;

enséñele su guión a alguien que no sea su familiar, amigo, proveedor,

mecenas, esposa, amante o hijo. Mejor muestre su guión a un completo

desconocido, pídale su opinión y escuche. Si esa opinión es favorable

continúe, de lo contrario, lo siento, regrese a la máquina de escribir

y corrija…o dedíquese a otra cosa.

Siga este sabio y

desinteresado

consejo, evite asíque sucedan cosas como la que sigue.

En Euforia conocemos

la historia de Pat (¿quién se llama así?, por favor, ni como apodo),

un cuarentón que sigue en el viaje de sus glorias pasadas cuando era

"rockero" y que sigue tratando de emular a Jim Morrison. Eterno

adolescente, Pat sigue siendo un irresponsable, borracho y dependiente

de la buena voluntad de sus amigos.

Un día conoce en el

Savoy (dónde más) a Ana (Ana Serradilla), guapa mesera del lugar que

al igual que él tampoco sabe qué hacer con su vida, y que quiere ir

a encontrar a sus abuelos. Pat se ofrece a acompañarla en un viaje

que (en teoría) será de autodescubrimiento para ambos.

Alfonso Corona,

guionista

y director de Euforia, evidentemente nunca mostrósu guión a

nadie fuera de su círculo más cercano, porque de haberlo hecho,

cualquiera

debió decirle que frases como: "No hay derrota, sólo experiencia",

"Todos tenemos espinas", "Los setentas son los años de las mejores

bandas y las mejores revoluciones" o "La vida es cabrona", resultan

no sólo cursis, sino ridículas e insultantes a la inteligencia del

espectador. ¿Quién habla así?, ni Enrique Bunbury.

Esta cinta incluye

toda serie de situaciones inverosímiles, desde el encuentro en el Savoy

(¿las meseras de ese lugar están tan guapas como Ana Serradilla?,

¿en serio?), un asesinato imprudencial que nunca afecta a los

protagonistas,

un joven cura ojo alegre al que Ana le avienta los perros, y un

personaje

insufrible como el Pat de Humberto Zurita quien desespera por lo

infantil

de sus acciones.

Apta para masoquistas

y kamikazes del cine; rumbo al final la historia está tan enredada

y tan carente de sentido que lo divertido es ver cómo es que el

guionista

sacará a sus personajes del pantano en que los ha creado.

Eso si, la fotografía

es bonita. Ah! Y Ana Serradilla está bien guapa; pero eso ya lo sabían,

¿no es así?