Existe un cáncer en nuestro cine: la absurda traducción con la que son bautizadas las cinta extranjeras. Sin embargo Estafa de amor (cualquier parecido con el título de una telenovela de las 9 de la noche, es mera coincidencia) no suena tan ridícula si se parte de la idea que su nombre en inglés, The Brothers Bloom, peca de incongruente y absurdo. En efecto, dos hermanos son los protagonistas, uno se llama Stephen (Mark Ruffalo) la mente maestra de la familia, y el otro se llama Bloom (Adrien Brody), un tímido hombre harto del crimen. Entonces, la duda es: ¿se apellidan Bloom? ¿Sus nombres son Stephen Bloom y Bloom Bloom?

¿Todo fue un error en la escritura del guión? o tal vez, es un engaño perpetrado por el director/guionista Rian Jonson… tal vez.

Este cineasta quien hace años deleitara con una cinta de detectives preparatorianos (Brick, 2005), poco a poco comienza a forjar un estilo propio dentro del género de las estafas: películas que tienen la virtud de ir más allá de la simple trama de robos-giro de tuercas- final sorpresivo. Esta fórmula tan trillada, queda en segundo plano ante la atmósfera en las que nos sumerge: un cuidado excesivo en el diseño de producción, y en la fotografía con un trabajo excelso de Steve Yedin, quien retrata a la Europa del Este como postales de viaje. Estos detalles aunados a la selección musical y el vestuario vintage (parece que los protagonistas usan el guardarropas de Annie Hall), parecen ser heredados de la escuela de Wes Anderson, pero sin el sentido del humor negro y corrosivo del director texano.

A pesar de todas estas virtudes, Estafa de amor no puede competir con otras películas similares. Le falta la emoción de la serie de Ocean’s Eleven: esta cinta es predecible; así como el vértigo y adrenalina de La gran estafa: este largometraje no tiene persecuciones ni un suspenso latente. Estas fallas son compensadas por un guión que estudia la psicología de sus personajes durante 30 años, y por unas actuaciones memorables. El film nos presenta a los ya mencionados hermanos, desde que son unos embaucadores infantiles que engañan a sus amiguitos, hasta que veintitantos años después, se preparan para dar un golpe maestro a la multimillonaria Penélope (Rachel Weisz); pero Bloom el encargado de engatuzarla se enamora de ella, y pone en jaque el negocio familiar. Se los dijimos: predecible. Los tres actores principales Ruffalo, Brody y Weisz comparten una química que se nota en la pantalla. Sus gestos y diálogos son naturales y pasan de un segundo a otro de la comedia más absurda, a una seriedad funeraria. Ellos son los verdaderos protagonistas y no la historia que durante la última media hora del film, se cae estrepitosamente. A lo mejor esa es la verdadera estafa de esta obra: lo importante no es que nos centremos en el robo, sino el trabajo histriónico de estos actores.