Por Jaime Azrad

El cine no es sólo contar una historia, sino de saber cómo hacerlo. Las propuestas técnicas y narrativas son las razones por las que una trama se convierte en cinta y no se queda en una imprenta, y quizás esta película lucía mejor en papel.

La historia aborda a una periodista parisiense que realiza una investigación sobre la prostitución de estudiantes universitarias, cuyas aspiraciones materiales justifican su profesión, y la motivan. Los contrastes entre la vida de la profesionista y la de las prostitutas parecen estar muy marcados, pero conforme la historia se desarrolla notamos que, por dentro, ambas tienen la misma esencia.

Ellas tiene tantos aciertos como defectos, y es que de Juliette Binoche (Chocolate, 2000) esperamos grandes interpretaciones y como en la mayoría de las veces, nos cumple. Binoche logra un personaje profundo con gestos altamente expresivos, reacciones verosímiles y una desinhibición absoluta. Pero la narrativa trunca el ritmo de este interesante tema, y nunca logra tratarlo como realmente pretende.

A la par que la polaca Malgorzata Szumowska nos cuenta la historia, se intercalan entrevistas con las estudiantes en una mal lograda técnica que más que adentrarnos en el tema, entorpece el ritmo de la cinta y su narrativa. La directora no logra abracar los diferentes aspectos que plantea y se ve pequeña ante las dimensiones de los personajes de su guión.

El sexo es abordado de manera muy explícita -a veces violenta- y las perspectivas desde las que se le miran pueden perturbar al público con facilidad, o al menos incomodarlo. Las escenas sexuales no siempre están justificadas y quizás sólo busquen crear controversia, seducir al tabú o llamar la atención.

Las expectativas de todo tipo se verán decepcionadas mientras éste no deja de ser un tema digno de abordarse en cine, o cualquier otra disciplina.