Por Jaime Azrad @_azrad

A lo largo de la historia se ha tomado partido y se ha juzgado. Eso sí, la percepción de los sucesos siempre favorece a quien los escribe. En este segundo intento de dirección de Madonna, el esfuerzo es enorme por reivindicar a Wallis Simpson, la mujer que ocasionó la abdicación al trono del rey Eduardo VIII del Reino Unido.

‘Nadie se fijó en lo que ella tuvo que dejar atrás’ es el pretexto con el que la cantante se aventura en esta cinta bien realizada, pero de dudosa veracidad histórica. La cazafortunas es retratada de la manera más subjetiva en El romance del siglo, pues su simpatía con las ideas de la Alemania nazi, entre otras cosas, nunca es mencionada.

La trama es narrada a través de Wally y William Winthrop, un matrimonio infeliz en los noventa, tiempo en el que las posesiones de Wallis son subastadas, desencadenando una obsesión en Wally que servirá como hilo conductor de la historia.

La fotografía, a cargo de Hagen Bogdanski (La reina joven, 2009), es inteligente y perspicaz mientras la dirección de arte resalta del pequeño caos que el guión, simplón y descuidado (a cargo también de Madonna), lleva a la pantalla. Las interpretaciones satisfacen, en especial la de Abbie Cornish, quien encarna a Wally, la mujer que se aventura a descubrir las cualidades de Wallis para reflejarse en ella.

La cinta es visualmente espléndida; si el guión agregara la profundidad necesaria en la narrativa, la estética que resalta en pantalla estaría sustentada por las situaciones, pero éstas en realidad hacen de El romance del siglo una cinta sin esencia que sólo quiere convencernos de algo que, sinceramente, no nos importa tanto.