Por Ira Franco @irairaira

Quizás el cine de animación ha llegado tan lejos de la mano de artistas como Hayao Miyazaki y en algunos filmes de los estudios Pixar, que ya no queda mucho espacio en el podio para un cinta cuya única ambición es ilustrar un texto, por más sabio y poético que sea.

La cinta es un intento –fallido– de llevar a la pantalla la novela El profeta, del libanés Kahlil Gibran, publicado por primera vez en 1923, uno de los libros más leídos de todos los tiempos (más de 100 millones de copias vendidas). Es la historia de una niña y su madre, que conocen al poeta Mustafá, detenido por la policía, en arresto domiciliario, por siete años. Cuando el poeta es liberado, la gente le pide que lance sus máximas antes de partir, con lo que ocho diferentes directores invitados aprovechan para generar un segmento propio, tan distinto uno del otro, que la película parece más un pastiche del género sabio-regañón-con-respuestas-para-todo.

A pesar de que Liam Neeson presta su profunda y apasionada voz al protagonista, la cinta está construida alrededor de una idea ilustrativa que nada tiene de cinematográfica. En ocasiones, la animación se siente vieja, bidimensional, desaliñada. A menos de que seas fan irredento del libro y quieras ir al cine a que te lo lea Neeson, evítala.