Es muy fácil, al menos en el mundo del cine, tomar las maletas e irte a un road trip para olvidar tu vida, o mejor dicho para encontrar un camino. Desde Easy Rider, Thelma & Louise o Little Miss Sunshine la carretera es una terapia emocional que mágicamente resuelve los conflictos existenciales de los personajes… pero, ¿qué pasa cuándo tu vida es feliz y el viaje que realizas sólo sirve para confirmarlo?

Pues tienes frente a ti una nueva visión dentro de un género.

El mejor lugar del mundo es justamente eso: un viaje por Estados Unidos en el cual una joven pareja de futuros papás, Burt y Verona, visitan distintas ciudades para analizar dónde deben de criar a su bebé. Sam Mendes no sólo se confirma como uno de los mejores directores de la década, sino como un hábil artista que entiende las relaciones humanas. Hace pocos meses nos impactó con un drama visceral Sólo un sueño, en el cual un matrimonio se destruye sin escrúpulos; pero ahora logra el efecto contrario: enamorarnos de estos chicos gracias a que se muestran vulnerables e inmaduros, pero tratan de crecer juntos, como pareja.

En unas semanas Burt y Verona llegan a distintos sitios donde se reencuentran con viejos amigos y familiares que confirman que nadie puede decirte cómo y dónde ser buenos padres. Eso es algo que ellos deben descubrir solos, en su propio road trip interior.